“Procuro ayudar a que salga lo más positivo de las personas”

Hace cuatro años que el jesuita Juanjo Moreno dejó Durango para trasladarse a Tudela para asumir el cargo de Superior de la Congregación de Jesuitas en el que continúa, a sus 76 años, “porque a nosotros la Compañía de Jesús no nos jubila”, bromea.

A pesar de la distancia, el recuerdo que dejó, tanto en la villa, como en Durangaldea es imborrable. Prueba de ello es el homenaje que la Asociación Gerediaga le tributó el 27 de diciembre cuando recibió la ‘Durangaldeko teila’, una distinción con la que se reconoce la labor desarrollada en la comarca por una persona nacida fuera de la Merindad de Durango.

Moreno, que subrayó en ese acto que “las personas pasamos pero las instituciones permanecen”, pasa así a engrosar una lista de ilustres personalidades en las que están incluidos el historiador Gregorio Monreal, el abogado Adrián Zelaia, el arquitecto Pedro María Basañez o la etnógrafa Karmele Goñi.

-Terminaste 2014 con el homenaje recibido por parte de Gerediaga. ¿Cómo ha empezado 2015?
-Durante dos o tres días me estuvieron dando vueltas por la cabeza las emociones del homenaje; el ver tanta gente y tantos amigos. Fue un acto verdaderamente entrañable y emocionante del que solo tengo palabras de agradecimiento.

–¡Hasta el Lehendakari Urkullu estuvo presente!
-Es que tenía bastante trato, sobre todo con Lucía, su mujer, que fue alumna mía en Jesuitas, igual que su hermana Begoña. Además, los hijos de Iñigo y Lucía han pasado por el colegio y como yo llevaba el tema de multideporte, tenía mucha relación con los padres porque también acudían a esas actividades. Mi relación con Urkullu es, principalmente, con el padre de familia interesado por sus hijos.

“Me sale de dentro ser educador”

-En el acto celebrado en la campa foral de Gerediaga te señalaron como “alguien que hace mejores a las personas que están a su alrededor”. ¿Qué sientes ante esa definición?
-Que es mucho decir. Sí sé que quizás sea mi vocación más definida, al margen del ser jesuita y creyente, porque a mí Jesús de Nazaret me entusiasma. Aparte de eso, creo que lo que me sale de dentro es ser educador. Más incluso que ser profesor. En cualquier momento, sin quererlo, procuro ayudar a que salga lo más positivo de las personas y a fomentarlo.

Cuando terminé química y después de hacer la mili me cuestioné la entrada en una fábrica pero eso me generaba cierta incertidumbre. Y recuerdo que andando por Bilbao, en Alameda de Urkijo, me vino a la mente una especie de luz que me empujaba a dedicarme a las personas y a hacer el bien. Me tiraban las personas y la formación de la gente. En ese momento me planteé: “¿No será que tienes vocación de jesuita?”. Y supongo que me salió lo de ser jesuita porque había estudiado en el colegio que tenían en Indautxu y más tarde estuve en la residencia que tenían en Zaragoza.

-El reconocimiento de Gerediaga se suma a una larga lista de premios y galdones por la labor que has desarrollado en distintos campos, desde la educación al deporte, pasando por labores solidarias y religiosas. Parece evidente que la educativa es la faceta de la que te sientas más orgulloso.
-Orgulloso no es la palabra, porque todas las personas tenemos buenas cualidades y también limitaciones. Si eres capaz de poner en juego para los demás las cualidades que Dios te ha dado, pues eso es realizarse y eso es lo que te da felicidad. Yo me siento agradecido por ello y porque he estado en situaciones y con personas en las que he podido ponerlas en juego. Nunca acabas ni de aprender ni de seguir cultivando esas posibilidades que tienes.

Agradezco haber nacido en el 38 y vivir la postguerra, la época del racionamiento y la necesidad, la vida en una familia modesta y en un barrio en el que todas las familias nos ayudábamos. Sin querer, aprendí el valor de ayudarse mutuamente.

“Es inevitable llevar Durango en el corazón”

-Tras cuatro años en la Ribera  ¿echas de menos Durango?
-Ya dije al acabar el homenaje que miraba hacia atrás y veía a cantidad de hombres, mujeres, jóvenes o mayores, gente magnífica en definitiva, con la que he podido hacer muchas cosas y me he sentido realmente apoyado. He hecho más de la mitad de mi vida en Durango y tengo acumulada tal cantidad de amistades, de agradecimiento, de cariño y de cosas que hemos hecho juntos que hacen que me resulte inevitable llevar Durango en el corazón. He encontrado gente estupenda en todos los ámbitos.

Pero también es verdad que la vocación de un jesuita es ir allá donde haga falta y hay una frase de nuestros orígenes que dice que ‘nuestra casa es el mundo’. Y para ser universal es necesario estar arraigado, integrarse y vivir donde uno está. Porque cuando vas a un sitio nuevo debes integrarte y aportar lo que puedas.

-Tuviste que alejarte de la educación…
-Di clases hasta los 67 años porue era el momento de dejar paso a otros. Da la casualidad de que la profesora de química es una chica a la que di clase, lo que me produce una gran satisfacción. Cuando dejé de dar clases, la directora de entonces, Isabel Kapanaga, me pidió que siguiese implicado, tanto en temas de multideporte, como en el departamento de pastoral.

Además, como miembro del equipo directivo también acudía al Foro Social de Durango, que se creó en un momento en el que estaban llegando a la localidad muchos inmigrantes y, en consecuencia, los hijos de esos inmigrantes también llegaban al colegio. Haciendo esa labor fue donde me percaté de las necesidades de los inmigrantes y dimos el siguiente paso: acoger a gente en la comunidad.

Inmigrantes y Jesuiten Etxea

-Fue cuando se creó Jesuiten Etxea. ¿Sigues involucrado en esta iniciativa?
-Voy a Durango un par de veces al año y cuando voy, me acogen en la comunidad. Conozco a los inmigrantes que han ido pasando desde que en agosto de 2007 llegó el primero, un senegalés llamado Alassane. Han pasado ya por allí 39 personas. Jesuiten Etxea es un proyecto muy querido por nosotros. A mí, el hecho de convivir con ellos en un mismo espacio me ha permitido tener una relación que queda para siempre, por mucho que luego ellos se trasladen a vivir a un piso.

-¿Y el baloncesto?
-No puedo jugar porque uno tiene ya una cierta edad y tiene que cuidar el corazón. Pero aquí, en Tudela, hay un club de baloncesto, el Arenas y, cuando puedo acudo a verlo; ese es mi recreo. En las Navidades anteriores un entrenador me pidió que les ayudase a mejorar la técnica de tiro en algunos jugadores y fui encantado.

-¿Sigues la trayectoria del Tabirako?
-Claro. Veo sus resultados por internet. También sé que es el final de un ciclo para la directiva y me parece muy importante que haya gente por detrás para tomar el relevo porque me parece que el Tabirako es una aportación muy valiosa para Durango.