“Quieren impedirnos escoger lo que comemos”

Agustín García, presidente del Elorrixa Ekologi Taldea, resopla al echar cuentas. Ni él mismo parece creerse que lleve 27 años involucrado en la militancia ecologista. Casi tres décadas han pasado desde las movilizaciones contra la central nuclear de Lemoiz hasta las actuales denuncias contra los alimentos transgénicos. Aprovechamos que ayer se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente para ver su visión global desde una perspectiva local.

– ¿Cómo se ve desde un grupo ecologista de Elorrio, reuniones como la Cumbre de Kyoto o a personas como Al Gore?
– Bueno, solemos seguir este tipo de eventos ya que es donde se toman las grandes decisiones, aunque casi nunca se cumplen y los objetivos se posponen, sobre todo por la presión de las grandes potencias. Parece que con el presidente Obama la actitud va a cambiar, pero no soy muy optimista.

– Mantener el entusiasmo en vuestra tarea, mientras se ve cómo los gobiernos mundiales escatiman recursos y alargan la toma de medidas año tras año, debe ser difícil…
– La propia burocracia de estas grandes cumbres invita a que sus mecanismos sean lentos. Pero no por eso nos van a desanimar. Recibimos muchos palos, pero también conseguimos algunos logros. Ahora mismo, en Bizkaia, parece que se va a reformar la Ley de Costas, para impedir que terrenos particulares lleguen, en algunos casos, hasta la misma orilla del mar. Ese tipo de cosas se van viendo poco a poco.

– ¿En qué se ha avanzado en este tiempo en el tema medioambiental? Tanto a nivel local como global.
– Creo que se ha avanzado bastante a nivel de concienciación individual. Podemos verlo en pequeños detalles, como la petición de la gente de Elorrio de un contenedor para aceites domésticos. Aquí ha ayudado bastante la política de la Agenda 21 que han llevado adelante los ayuntamientos con medidas que están muy en contacto con la gente de la calle.

En general, a nivel municipal, se percibe una mejor comunicación a todos los niveles. Hace poco vimos que estaban incinerando residuos en el vertedero de Elorrio y ni siquiera hubo que poner una denuncia escrita. Se llamó al Ayuntamiento, se puso el hecho en conocimiento de la Policía Municipal y se personaron allí, donde supongo que abrieron un expediente. Luego incluso me llamaron a los pocos días para informarme de la situación. Hace unos años, hubiéramos tenido que ir a manifestarnos con pancartas para llamar la atención sobre el asunto.

– ¿Y en qué hemos retrocedido?
– A nivel local, se ha empeorado especialmente en política de transporte. El afán de desplazarse en coche a todos los sitios es cada vez mayor. Y cuando se apuesta por otros métodos nos encontramos con cosas como el TAV. Intentan vender la idea de que todo vale para llegar una hora antes de Bilbao a Madrid que con el avión, cuando bastaba con invertir en el tren convencional para que éste mejorase considerablemente.

A nivel global, se ha empeorado mucho en el control de la contaminación. Los países emergentes están echando a la atmósfera ingentes cantidades de residuos que seguirán mermando la capa de ozono. Pero yo haría especial hincapié en la reducción de nuestra ‘soberanía alimentaria’, en cómo nos van quitando la posibilidad de escoger lo que comemos. Y los mayores culpables de esta situación son los transgénicos que, con falta de estudios epidemiológicos, nos están imponiendo varias multinacionales. Los ‘organismos modificados genéticamente’ (OMG) van a impedir a los agricultores la posibilidad de plantar sus propias semillas, ya que las que adquieren llevan patentes, y no pueden utilizarse en más de una cosecha. El tema de los OMG, desde el punto de vista interno del movimiento ecologista, es el gran reto que tenemos ahora mismo y, de hecho, siempre está en primera línea en nuestras asambleas.

De Lemoiz al TAV

– ¿Qué te impulsó a involucrarte en el movimiento ecologista?
– A mí, y me imagino que a muchos de los que tienen mi edad y estamos en esto desde el principio, nos movilizó el tema de la central nuclear de Lemoiz. Y en nuestro caso concreto, también la conciencia antimilitarista, que consideramos parte fundamental de nuestra identidad como colectivo.

– En todo este tiempo habéis realizado multitud de actividades puntuales pero, ¿cómo es el trabajo del día a día de un grupo como el vuestro?
-Principalmente nos centramos en la lucha contra el Tren de Alta Velocidad, debido al enorme impacto que va a causar en Durangaldea. También seguimos con nuestras denuncias más locales como las irregularidades que se cometen en el vertedero de Elorrio o la pretensión del Ayuntamiento de construir un polígono industrial muy cerca de unas viviendas. Incluso nos hemos encontrado con el problema de las ‘plantas invasoras’ que han ocupado una gran parcela de terreno del municipio. Además, desde hace unos 24 años llevamos un Centro de Documentación Ambiental.

– ¿Es fácil vuestra relación con las instituciones?
– No tan fácil como nosotros quisiéramos, pero hay que reconocer que con este Ayuntamiento la relación es bastante fluida. Sobre todo si la comparamos con anteriores corporaciones.

– De hecho, acabáis de cerrar un acuerdo con el consistorio de Elorrio para compartir el fondo editorial de vuestro centro.
– Sí, actualmente contamos con más 3.000 libros y revistas que pensamos ir cediendo, de forma rotatoria, a la biblioteca municipal. De esta forma, todos los interesados en los temas medioambiental y antimilitarista podrán acceder a ellos.

– Según se asciende en la ‘pirámide institucional’, donde aparentemente los poderes económicos tienen más peso, ¿encontráis más trabas y menos comprensión?
– Te voy a responder con un ejemplo. Nosotros, hace bastantes años, recibíamos subvenciones del Gobierno Vasco por las actividades que llevábamos a cabo, pero desde que nos posicionamos abiertamente contra el TAV, no hemos vuelto a recibir ninguna ayuda. Resulta bastante sospechoso…

Para parar el ‘cambio climático’ se precisa un ‘cambio de hábitos’. Hay que entender la vida de otra forma, sin tanto derroche, sin tanto consumo

– ¿No deberían asumir los organismos públicos las labores de los grupos ecologistas?
– Deberían asumir los mensajes y trasladarlos a la población. Algo que por ejemplo ya se está haciendo en el tema del reciclaje. Recuerdo que a principios de los 80, en Euskal Herria, no se veía ningún contenedor y ahora están en todas partes. Esa petición siempre ha estado en boca de los grupos ecologistas y ahora está siendo asumida por los gobiernos.

– ¿Pero esas actitudes son sinceras u obedecen a políticas de imagen?
– En muchos casos se toman esas medidas para aparentar o para adelantarse a la nueva legislación. Un caso evidente es el de las bolsas de plástico. Ahora parece que las grandes cadenas de supermercados están haciendo mucho por el medio ambiente al reducir su uso, cuando simplemente es cuestión de una nueva norma que les obliga a ello. Pero la cuestión es que ya sea por presión social, por moda o por rentabilidad política y económica, se están asumiendo reivindicaciones que los ecologistas planteábamos desde hace tiempo.

– Con cada vez más exigencias energéticas por parte de todos (gobiernos, empresas, ciudadanos) ¿se hace más complicado transmitir la idea de reducir el consumo, de que hay que cambiar el modo de vida?
– Es evidente que para parar el ‘cambio climático’ se precisa un ‘cambio de hábitos’. Hay que entender la vida de otra forma, sin tanto derroche, sin tanto consumo. Eso lo vemos día a día en cualquier población, donde cada vez se usan más los coches para trayectos cortos. Aquí, mucha gente coge el vehículo para ir de Iurreta a Durango en vez de caminar o usar el transporte público.

– Entonces, ¿a quién hay que educar en primer lugar, a la población o a las empresas y gobiernos?
– Creo que habría que hacerlo conjuntamente, ya que todos tenemos que colaborar. Pero habría que incidir especialmente en la educación de los más pequeños. Me viene a la cabeza un anuncio en el que un niño va detrás de su padre corrigiéndole sus malos hábitos. Hay que trabajar por esa vía.