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El alma de la Jaed

El alma de la Jaed

Hay personas que merecen un monumento en su pueblo. Aunque esto ya no se lleve. Una de ellas es Rosario Erdoiza, a quien los miembros de la Jaed reconocen como fundadora de esta imprescindible asociación duranguesa, que cumple este año medio siglo de incesante actividad.

Erdoiza presidió la asociación durante una década (1985-1995). Ahora, con 83 años, está retirada del primer plano, aunque sigue trabajando como ‘enlace’, una figura que se creó para hacer más eficaz la labor de asistencial. Las ‘enlaces’ (generalmente, mujeres) son personas que visitan los hogares para conocer de primera mano las necesidades y atenderlas del modo más conveniente.

Todo comenzó durante su militancia en Acción Católica, grupo religioso dedicado, entre otras cuestiones, a visitar a personas enfermas. Recuerda que en aquellos años había mucha inmigración en Durango, procedente de otros territorios del Estado, y buena parte de los que venían no tenían trabajo. Muchos, tampoco qué comer. Más o menos lo que ocurre ahora con los provenientes de países extranjeros.


Dedicación intensa

“Veía muchos problemas a los que no se daba solución y yo quería a la gente y no quería que sufriera. Había que hacer algo y dije: ‘Ya me encargo yo”, rememora. Así, un día de 1963 se dirigió al cura Luciano Francés y le planteó sus inquietudes. El eclesiástico “encontró a un grupo de personas cualificadas y responsables” para montar la estructura de la asociación, que quedó configurada por una junta directiva y grupos de ‘forofos’ que se encargaban de organizar campañas para conseguir el dinero que después se distribuiría entre las familias necesitadas. Recogían puerta a puerta, contactaban con empresas, hacían socios, organizaban rifas y más tarde la actual tómbola solidaria. Vendían también pañuelos de fiestas.
 
Otro grupo se encargaba de reunir alimentos y ropa. El equipo lo completaban los ‘enlaces’ que detectaban las situaciones de pobreza en calles y empresas. Entonces no existían los servicios públicos de bienestar social y la Jaed era el principal recurso asistencial.

Rosario Erdoiza ha trabajado intensamente como voluntaria en la asociación. Ha visitado cientos de hogares. No sólo para recabar información, sino para atender directamente a las familias en sus necesidades.

Si en una casa había una madre enferma, ella acudía a preparar la comida y a ocuparse de las criaturas. Si se precisaba cuidar a alguien una noche en el hospital, ella estaba dispuesta. Si se necesitaba ingresar a una persona en un centro sanitario o cualquier otra institución asistencial, se encargaba de las gestiones e incluso del traslado, muchas veces ayudada por su marido, Ignacio, que hacía de chófer.

Entre sus mejores recuerdos menciona la ayuda que prestó a una familia con tres hijas, cuya madre enfermó de cáncer. Atendió a las pequeñas hasta que ésta murió y algún tiempo más. “Cuando ellas pudieron salir adelante les dejé y hoy es el día que me ven en la calle y me tratan como a alguien de su familia”, se congratula. También le sigue quedando el buen sabor de boca de la “excelente respuesta de los vecinos de Durango” cuando se fundó la Jaed, lo que le brindó la “satisfacción de poder visitar una casa sabiendo que podía dar respuesta a sus problemas”. Antes de eso, no había con qué ayudar y su sentimiento era de impotencia.


“Lo de antes era peor”

La situación, tanto asistencial como económica, fue mejorando mucho con los años, pero ella no ha dejado de sufrir por las penurias de la gente. Ahora la crisis ha acentuado este sentimiento. “Veo y escucho las noticias y no puedo estar alegre, aunque lo de antes era peor”, valora.

Después de medio siglo de existencia, ve la asociación que contribuyó a fundar con vigor y futuro. “Tenemos mucha gente colaborando en muchas actividades y sobre todo en el reparto de comida”. Se enorgullece de la ayudar económica que brinda a tantas personas y de que “desde que existe la Jaed se puede decir que nadie ha pasado en Durango necesidades básicas”.

Si pudiera pedir algo sería “más dinero para poder dar más a las familias” a las que ayudan. Considera que lo que se aporta “está bien”, pero apenas sirve para cubrir unos mínimos, “aunque con la comida van tirando”, se consuela.

 

DURANGON. NOticias de Durango

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