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“El médico me dijo que tenía el corazón cansado; normal, la víspera hice 100 kilómetros”

“El médico me dijo que tenía el corazón cansado; normal, la víspera hice 100 kilómetros”

Con 89 años, el elorriarra Félix Larramendi ‘Polio’ sigue practicando el ciclismo. Es el aficionado con licencia de federado más veterano del Estado. Por esa razón recibirá un merecido reconocimiento en el Día del Pedal que la Federación Vizcaína de Ciclismo celebra hoy en la Casa del Deporte en Bilbao.

Se conoce al dedillo las carreteras de Durangaldea, de Bizkaia y aquellas de Araba o Gipuzkoa que se pueden hacer para completar unos 130 kilómetros saliendo de Elorrio. Algunas podría recorrerlas con los ojos cerrados porque son miles los kilómetros que ha realizado en ellas.

-Tienes una cita importante en el homenaje que te van a hacer en Bilbao.
-Si. Todavía no se cómo voy a ir pero como va más gente del club de Elorrio o voy con ellos o me llevará alguno de casa.

-¿Cuándo empezaste a tener afición por la bicicleta?
-Cuando tenía 13 años el padre nos regaló una bici para los tres hermanos. Muchas veces nos peleábamos para ver quién la cogía. Luego decidí pagarles a cada uno la parte que les correspondía y yo me quedé con la bicicleta.

-Y luego habrás tenido unas cuantas más.
-Uff. He tenido un montón. Porque unas veces me pegaban los coches y me las abollaban o porque se estropeaban…

O sea, que ya has tenido algunos accidentes…
-Bastantes. Por lo menos tres importantes que me han tenido que llevar al hospital en ambulancia. Uno de ellos en Berriz, cuando me salió un coche que estaba aparcado y me mandó al otro carril; otro en Iurreta, en el cruce de Goiuria; otro frente al Hostal San Blas, en Matiena,… En ese último me desperté en el hospital de Galdakao.


“Atrevido en las bajadas”

-¿Cuántos huesos tienes rotos?
-Sobre todo he tenido golpes y cortes en la cara y en la frente. Todavía tengo algunas marcas. También he tenido muchos golpes por caídas porque en las bajadas era muy atrevido. Ya me dijeron en alguna ocasión que “si te caes algún día, te van a levantar con una cucharilla”. Recuerdo que cuando era joven, antes de ir a la mili, se me salió el tubular delantero bajando Arrate y fui volando varios metros. Otra vez, en Galdakao, un coche se me paró en seco delante y no pude frenar… Pero a base de golpes fui espabilando.

-Pero no has tenido grandes problemas de salud. 
-Bueno, hace cuatro años fui a hacerme un reconocimiento médico porque insistió la mujer y en los análisis me salió de todo. El médico que dijo que tenía el corazón cansado. Y yo le dije: “eso es normal, si ayer también hice 100 kilómetros con la bici”.

-¿Cómo compaginabas el trabajo y la afición por el ciclismo?
-Antes, cuando trabajaba, salía a dar una vuelta los domingos por la tarde. Entre semana había que ir a la fábrica y como vivíamos en el caserío Polio, siempre había algo que hacer, bien en la huerta bien en el monte. Pero algunas veces, después de terminar todos los trabajos cogía la bici y me iba hasta El Gallo, unos 64 kilómetros.

-Pero se te haría de noche.
-Esa vuelta la hacía cuando alargaba el día. Tardaba poco más de dos horas y para cuando se hacía de noche estaba en casa. Según con quien fuese sacaba una media de 28, 30 o 32 kilómetros por hora.

-¿Cuántos kilómetros hacías en cada salida?
-En las que hacíamos los domingos, por lo general, entre 130 y 140. Dependía de la ruta. Por ejemplo, si iba por Kanpazar, Bergara, Eibar y Elorrio, se me hacía corto y para hacer más kilómetros me iba hasta Amorebieta. Cuando me jubilé iba cada mañana hasta Zeanuri, unos 80 kilómetros. Y después a trabajar en la huerta.

-¿Cuántos kilómetros hacías al año?
-De joven bastante pocos. Además en aquella época la bici no tenía cambios y yo tenía un plato de 44 dientes y un piñón de 18. Pero me acuerdo que fui un par de veces hasta Vitoria-Gasteiz, porque mi hermano Alejandro estaba haciendo la mili allí y le llevé una maleta con comida. Luego, cuanto tendría unos 55 años, empecé a hacer más kilómetros y llegué a participar en algunas carreras de veteranos; un par de veces en la subida a Gorla… Entonces tenía una bici de tres piñones y un plato. Luego, cuando me jubilé empecé a andar casi a diario y hacía al año unos 14.000 o 15.000 kilómetros. Un año llegué hasta los 17.000. Desde 1980 tengo contabilizados más de 300.000 kilómetros.


Cómodo en Urkiola

-¿Porqué no competiste de joven?
-Entonces no era como ahora y tampoco había categorías. Tampoco teníamos buenas bicicletas. Corríamos alguna carrera local el día de San Luis y un año hice segundo. Pero ni nos planteábamos ser ciclistas. Un año, en una Vuelta a Bizkaia, me metí en la carrera y seguí a Langarika durante un montón de kilómetros sin que nadie me dijese nada.

-¿Qué corredor has admirado?
-Ha habido muchos buenos. En mi época decían que Loroño era bueno pero a mí me parece que no era muy habilidoso. Tampoco seguía mucho las carreras. De los más recientes Indurain ha sido una de las figuras que más me ha gustado.

-¿Qué tipo de recorridos te gusta más, los lisos o los que tienen subidas?
-He andado bien en el llano y en las subidas. Urkiola, por ejemplo, es una ascensión en la que siempre he estado a gusto y cuanto más arriba llegaba, más cómodo me sentía.

-Todavía es habitual verte recorriendo las carreteras de Durangaldea. ¿Hasta cuándo?
-Ahora ando más cerca de casa y este año llevo pocos kilómetros porque entre los días de lluvia y el viento no he salido tanto. Además en Navidades los nietos me regalaron una bicicleta estática y sigo dando pedales en casa ¡jo ta fuego! Alguna vez ya he hecho 60 kilómetros en ella. La mujer y los hijos me animan para que siga en ella y me olvide de la de carretera, pero…

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