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Sos familia

Una ONG malagueña ha montado una maternidad en Mali y desarrolla en la zona circundante de esta maternidad una campaña para erradicar la ablación del clítoris. Miles de familias españolas adoptan niños chinos, ucranianos, de países pobres…

Una comunidad de monjas españolas atiende y acoge en Myanmar a jóvenes expuestas a la prostitución.

Vicente Ferrer, un exjesuíta valenciano, montó en vida todo un entramado para promover empresas familiares y conseguirles créditos para  seguir trabajando.

Hay miles de historias como estas, protagonizadas por familias, ONGs e instituciones de nuestro país que intentan sostener y dar vida a familias necesitadas de los países pobres.

El domingo, 2 de enero, en Madrid, los obispos españoles organizaron una fiesta religiosa para llamar la atención sobre los negros nubarrones que amenazan a la familia española, como las leyes del aborto y la eutanasia, el alejamiento de las familias de las costumbres religiosas tradicionales… Ninguna mención de los servicios que la familia española, católica o no, está prestando a la familia “a secas”, a cualquier familia de cualquier país del mundo. Solo palabras, lamentos y anatemas para los males que aquejan a la familia española…

La transición democrática, que cuajó en una Constitución nueva, consagró la libertad e igualdad en las relaciones personales y en todos los ámbitos de la vida social, incluida la familia. Hasta ese momento, la ley española, inspirada en la doctrina de la iglesia católica, consagraba la autoridad del esposo sobre la esposa, concedía al hombre el poder absoluto de decisión en los asuntos familiares y  de los padres sobre los hijos, autoridad que según la iglesia viene de Dios.

Con la llegada de la democracia la sociedad española se ha dotado de centros de educación sexual, ha facilitado el acceso de los ciudadanos a los anticonceptivos y con ello la paternidad responsable. El principio de la igualdad de derechos y obligaciones de los dos sexos se ha venido afianzando cada vez más, así como el derecho de la mujer al trabajo fuera de casa, y la participación del hombre en las tareas del hogar. Mientras la iglesia sigue manteniendo el principio de que el matrimonio debe durar “hasta que la muerte separe a los cónyues”, la legislación respeta la voluntad de las parejas y su libertad para seguir juntos o separarse.

La práctica del aborto ha sido habitual en nuestra sociedad, pero hasta la democracia se realizaba clandestinamente, con serio peligro para la mujer, o bien en Londres… Hoy, la ley reconoce el derecho de la mujer a recurrir al aborto y garantiza los medios para que se haga con las mejores garantías.

Antes de la democracia, los hijos no nacidos de un matrimonio legal y católico eran considerados “naturales” y carecían de muchos derechos. La democracia ha reconocido a todo niño los mismos derechos, cualquiera que sea su nacimiento y sus padres.

La democracia respeta y reconoce como legales a las familias monoparentales; respeta y reconoce como matrimonio a cualquier unión entre lesbianas u homosexuales. Todo esto ha ocurrido en nuestro país a espaldas o con la oposición abierta y agresiva de los sectores más conservadores  de la Iglesia y de una Jerarquía mayoritariamente conservadora.

Está a la vista que en la opinión pública hay quienes valoran muy positivamente todos estos cambios ocurridos en nuestra sociedad, y otros que los valoran negativamente. La fiesta de la familia celebrada en Madrid, con un matrimonio de 19 hijos en primer plano, con villancicos tradicionales a gogó, con adoración de los Reyes Magos, con todos los ingredientes tradicionales de la familia tradicional católica, parecía orientada a condenar todo lo nuevo y resucitar todo lo antiguo de la familia española de tiempos pasados. 

Ahora bien, uno se pregunta si es posible dar marcha atrás en todos los cambios que se han venido produciendo. Uno se pregunta si vale la pena recuperar viejos hábitos, renunciar a libertades conquistadas al precio de muchos sudores…

Tal vez valdría la pena desdramatizar, relajarse un poco y debatir sin levantar la voz, intentar separar el trigo de la paja, aplaudir lo positivo que hemos alcanzado, y reconocer posibles errores, y metas todavía sin alcanzar…Y  reconocer de una vez que nuestra sociedad se ha hecho adulta y ya no necesita que la Iglesia la lleve de la mano.

Tal vez valdría la pena, de una vez para siempre, olvidarnos un poco de lo que sufren los católicos, de las carencias de la familia de nuestro país, y pensar en universal, en tantos hombres y mujeres del Tercer Mundo que carecen de toda posibilidad de formar una familia, de sobrevivir físicamente, de crear y educar unos hijos.

Honorio Cadarso es periodista

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0 Comentarios

  1. a. urizar

    En la historia no hay vuelta atrás, o al menos no de la misma manera. El problema de estos obispos es que no respetan la libertad y la responsabilidad ajenas y pretenden colocarse por encima de la democracia. A ver quién va a admitir en estos tiempos que no se reconozca a una familia monoparental o que se hagan distinciones entre unos niños y otros por su procedencia familiar. Esto sería, además de inhumano, ridículo. Allá ellos con sus panderetas: ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Si creen que están dando ejemplo de algo, de lo único que están dando ejemplo es de intolerancia. En eso son auténticos maestros.

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  2. Azpi-gorri

    Los más negros nubarrones que amenazan a la familia española son las que hacen que nos preocupemos sobre cómo llegar a fin de mes con hijos que mantener, con el “carro” en el garaje y sólo 11 en la quiniela.
    Que sepamos la Iglesia que predicó Jesús era la Iglesia de los pobres.
    ¿Quiénes son los obispos españoles para dar lecciones a nadie?
    Que nos dejen en paz.

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