Bienvenido, Mr Li

No he podido estos dos últimos días sino recordar al genial Luis García Berlanga, y su obra maestra cinematográfica, “Bienvenido Mr. Marshall”.

Sólo que, ahora, sesenta años después, el esperado benefactor no ha llegado desde los Estados Unidos de América, sino desde el lejano Oriente, desde China. Y no ha sido el irrepetible Pepe Isbert, quien encarnando el papel de entregado alcalde, se ha esforzado en farfullar algunas palabras en inglés, porque han sido los más altos dignatarios del Reino de España, quienes han mostrado su amistad y respeto al gigante asiático, supongo que en chino mandarín.

Es increíble cómo han cambiado los tiempos y el mundo en menos de cuarenta años. Hace tres décadas y media, precisamente en periodo navideño, proliferaban en nuestros pueblos y ciudades las campañas de recogidas de alimentos para enviarlos a los niños necesitados de otros continentes, y más concretamente, “a los pobres  chinitos”. Y, vean por dónde, este año han sido ellos quienes, como si de los Magos de Oriente se tratara, han llegado para invertir en España, reactivar su economía y, de paso, salvar su malparada deuda pública.

Como de bien nacidos es ser agradecidos, no me extraña, por lo tanto, el esfuerzo derrochado por el Ministro Sebastián, el Presidente Rodríguez Zapatero y hasta por el propio Rey, rodeados de una corte conformada por lo más selecto del mundo empresarial, en agasajar convenientemente a Li Keqiang y su séquito, que ha rayado, si me permiten la expresión, el descarado peloteo. O al menos  esa es la impresión que nos ha quedado a muchos ciudadanos “de a pie”. 

Frivolidades aparte, la magnitud de los dieciséis acuerdos firmados entre los representantes chinos y una docena de grandes empresas, así como con la administración pública estatal, es equiparable, únicamente, al potencial de desarrollo de la segunda economía mundial, que sigue creciendo, aun en plena recesión mundial, a ritmo de dos dígitos por año.

Si las cifras abruman (un comercio bilateral que ascendería a 40.000 millones en 2011), las expectativas de negocio que ofrece el nuevo marco de relaciones hispano-chinas hacen perder literalmente el sentido.

Así que toca en este siglo XXI, ¡quién lo hubiera dicho!, rendirse ante el milagro del extremo Oriente, y felicitarse por la consecución de unos suculentos contratos y de unos no menos golosos contactos que habrán de coadyuvar, sin duda, a la expansión de la demanda, y, por extensión, a sanear la balanza comercial y la situación económica en general.

Pero no nos engañemos. Estos acuerdos no se han firmado como fruto de la casualidad, sino como producto de un trabajo previo digno de todo elogio.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango