Monarquía bananera

“España parece una república bananera”, comentó un amigo; “España es una monarquía bananera”, le corrigió otro. La conversación giraba en torno a la nueva medida anunciada por Rubalcaba: prohibir la circulación en las autovías y autopistas a más de 110 km/h, para ahorrar energía y combustible.

A mi se me ocurren un buen puñado de razones para pensar que Rubalcaba ha confundido el tocino con la velocidad y otras muchas para asegurar que el estado español es una monarquía bananera. Sin que sirva de precedente, atisbo algo de razón en los sectores ultraconservadores, cuando afirman que España se asemeja a una pequeña “monarquía bananera” con ideas de bombero, valga la expresión: subida de impuestos a los humildes (tabaco, energía, cultura, etc.), prohibiciones pomposas (ley del tabaco, velocidad, etc.) y medidas populistas.

O sea, que Rubalcaba se jacta de bajar un 5% el precio del billete de Renfe, cuando la subida en los últimos tres años ha sido del 17’4%. Rebaja transitoria que disimula la política del gobierno de los últimos años respecto al transporte público. Pura demagogia cuando Rubalcaba sabe que existen otras medidas, restricciones y prohibiciones que serían mucho más eficientes; y cuando sabe también que el estado recauda precisamente más dinero cuanto más petróleo y tabaco sus súbditos.

Por ejemplo, podrían comenzar por abandonar la exportación de armamento a cualquier país del mundo, y a Libia, por supuesto, si lo que quieren es mantener estable el mercado internacional del petróleo. Pero podrían, incluso, llegar más lejos.

Tocino con la velocidad

Podrían entonar el “mea culpa” por haber convertido el país en el estado europeo con más kilómetros de autopistas y autovías, fomentando así el transporte individual motorizado. Podrían mantener la reducción de 10 km/h, pero acompañada de la eliminación de los peajes a los coches compartidos o transportes colectivos. Podrían recuperar y renovar la política de apoyo a la energía renovable fotovoltaica, e ir reubicando el sector industrial del carbón. Podrían contribuir a que la española sea una verdadera sociedad del bienestar, deshaciendo el camino andado en materia de construcción de macro infraestructuras y ladrillo, e invertir en servicios sociales generando empleo. Por poder, podrían abolir el ejército y la monarquía; y dejar de subvencionar a los bancos privados.

También podrían admitir que en 2010 varios aerogeneradores fueron detenidos por exceso de producción de energía, y con el objetivo de priorizar la energía nuclear y térmica, más sucia y con más subvenciones. Podrían hablar con los grupos ecologistas y con Greenpeace, sobre su estrategia para alcanzar una Europa de energías renovables en el 2050. Podrían, pues, dejar de confundir el tocino con la velocidad; o por lo menos, ser sinceros y dejar de tratarnos como imbéciles en vías de arruinarnos.

Julen Orbegozo kazetaria da