La juventud no es como la pintan

La última encuesta presentada por el Gobierno vasco sobre la juventud concluye que buena parte de ella es acomodaticia, insolidaria y carece de valores. Quienes siguen los medios de comunicación convencionales ya lo habrán oído estos días: una mayoría de los encuestados no quiere como vecinos ni a miembros de ETA (55%)  ni a sus amenazados (51%), y una minoría poco representativa justifica la violencia. Así se nos ha vendido el tema.

Hay bastantes comentarios chocantes a propósito de ese estudio. Y lo son tanto que yo no reconozco a la juventud en las tesis que se presentan como concluyentes. Así que no deja de sorprenderme que muchos “líderes de opinión” las tomen por buenas. Algún medio de comunicación llegaba a calificar el sondeo como “una de las radiografías más reveladoras de los prejuicios que exhiben los jóvenes”. Bonita definición.

¿Qué es lo que me chirría? Pues que, para empezar, no tengamos noticia de los motivos que sustentan las opiniones que se atribuyen a la juventud. ¿Y por qué no se ha preguntado esto que parece tan de sentido común? Porque quienes promueven los sondeos se encargan de que las respuestas coincidan con las hipótesis que ellos han formulado previamente. Lo mismo hacen las empresas farmacéuticas con sus estudios sobre salud, siempre al servicio de la venta de medicamentos, las industrias al analizar la importancia del sector al que pertenecen… y así todo.

Esta misma encuesta, planteada y comentada en sus justos términos, no hubiera dado pie a un solo titular ni a un comentario. Primero, porque hubiera estado más matizada y, como consecuencia lógica, porque conocer las motivaciones de las personas ayuda a relativizar lo que se tiene por categórico.

Estoy convencida de que, como todas, las personas encuestadas tienen razones, sus razones, para opinar como opinan. Mucho más útil que hacer lecturas precipitadas hubiera resultado averiguarlas. Pero somos una sociedad agobiada en una carrera hacia ninguna parte y acostumbrada a examinar la realidad en diagonal para llegar a conclusiones sesgadas.

Por eso no doy por buenas las conclusiones de esta encuesta (ni de ninguna otra). Y porque la juventud que yo veo es, en general, más igualitaria, más educada, más inquieta por conocer y comprender la diferencia, más solidaria, más culta e informada, y por ello más libre de prejuicios, menos convencional, más preocupada por ser que por tener… más avanzada en suma, en muchos aspectos, que las generaciones que le precedieron, como no podía ser de otra manera.

Tertulianos y expertos analistas han cargado sobre ella estos días todos los males que la sociedad adulta no es capaz de evitar. Soslayando, encima, que la juventud es producto de su época.

La juventud actual, en teoría, carece de referencias, por lo que se ve obligada a aprender por el método de ensayo-error. Pero, ¿cuál es la alternativa? ¿el pensamiento único? “No, gracias”, dirán, y con razón, aunque el camino hacia las certezas sea más largo y tortuoso. Porque si algo aprecian quienes vienen por detrás, eso es la libertad.

Creo que ningún estamento de la sociedad está en condiciones de enseñar a nuestra juventud nada que no sepa ya. En un debate radiofónico, uno de los participantes propugnaba como corrección a las actitudes anómalas reflejadas en el sondeo que “la democracia incorpore un sistema de defensa de los derechos humanos”.

No dudo que puso toda su buena intención en la propuesta, pero precisamente este tipo de lenguaje burocrático, impreciso, frío y lejano es totalmente ajeno a la juventud. ¿Y no es ella quien está a llamada a preparar, ya mismo, el futuro? Dejémosles paso, pues, y que decidan por sí mismos. Tienen más capacidad, más información, más criterio y más falta de prejuicios que nunca.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia