Ruby y Mou

Cuerpo y mente me piden, a gritos, escribir sobre un tema poco trascendente, tal vez frívolo, en un deliberado intento de eludir la confrontación con la poco edificante actualidad.

Ya saben, accede uno a los negativos e históricos datos del desempleo, tanto del conjunto del estado como los de la Comunidad Autónoma, y no puede sino resignarse a reconocer que no se ve, ni de lejos, la salida del túnel de la crisis. Echa un vistazo hacia Libia, y le acongoja la sorda lucha intestina por el dominio del país, el control de sus gentes y de sus yacimientos petrolíferos. Se esfuerza por entender, sin conseguirlo, que la Abogacía General del Estado demande, mediante una interpretación absolutamente “sui generis” y sectaria de la posible vinculación jurídica existente entre ETA, Batasuna y Sortu, la ilegalidad de ésta última, y, en realidad, termina por atisbar la verdadera cultura democrática de la que hacen gala algunos. ¡Y hasta el Athletic deambuló cual penitente sin rumbo por el césped de La Romareda!

Por eso me quedo, otra vez, con “Ruby Robacorazones” y con José Mourinho: con la bella seductora de acaudalados ancianos, y con la bestia de los campos de fútbol y ruedas de prensa.      

La precoz madurez de la joven marroquí no deja de sorprenderme. Asume con pasmosa naturalidad, e inteligencia, su rol de “famosa que nadie conoce”; es decir, que es plenamente consciente de que media Europa sabe de su existencia sólo porque le pagan una auténtica fortuna por acompañar a un más que maduro caballero al Baile de la Ópera de Viena… y por provocar el procesamiento del primer ministro italiano. Lo cierto es que esta aventajada alumna del benemérito profesor Berlusconi, ha conseguido hacer virtud, o negocio, del escándalo, y sin que, al menos de momento, se le suba a la cabeza, lo que no es poco.

Tampoco el tono feroz y cínico de las declaraciones del técnico de fútbol portugués de moda tiene desperdicio. No digo que dé tanto como para llenar las decenas de páginas y horas de emisión que los periódicos y canales de televisión le dedican a diario, pero el enésimo exabrupto que ha dirigido al siempre comedido y elegante “ingeniero” Pellegrini, ha podido conmigo. No quiero restar mérito alguno a su brillante trayectoria profesional, pero advierto que Mourinho ha construido, con los años, un personaje público entre huraño, chulo y vacilón, que erosiona gravemente su imagen personal. Y creo que lo ha hecho voluntariamente, a fin de convertirse en el “disparadero” único de los medios, y proteger así a su plantilla, blanco, hasta ahora, de los contumaces periodistas deportivos.

Es una forma de concebir la profesión que no nos es extraña por estos lares. Otra bestia de los banquillos, Javier Clemente, ya lo hacía así hace casi treinta años. Pero no por conocida, ha de resultar compartida. Al fin y al cabo, un personaje público y popular, éste sí, por sus propios méritos, ostenta una responsabilidad, en sus actuaciones y comentarios, proporcional a su notoriedad. Y esto es lo que “Mou” parece olvidar, o despreciar, al interpretar su papel de Maquiavelo del fútbol.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango