Silencio social

La ilegalización de Sortu no ha alterado en absoluto la vida cotidiana. Se diría que, más bien, es un asunto al que no le prestan atención más que los directamente afectados. Es decir, los políticos y sus partidos. Que no son pocos, pero sí claramente insuficientes como para que su preocupación resulte contagiosa.

Se supone que la ciudadanía está más bien pendiente de otras cuestiones: el paro, la incertidumbre de la situación económica, desastres naturales como el que ha sumido a Japón en estado crítico, las muertes en la cadena de revoluciones en el mundo árabe, la ruina de Portugal, que amenaza con extenderse a otros estados???

Se supone, solamente. Porque no hay evidencias que lo confirmen. En realidad, estas inquietudes sólo se reflejan en los medios de comunicación, que también representan cada vez menos a la sociedad. De ahí la desafección creciente hacia la otrora influyente prensa escrita, que se ha visto obligada a reconvertirse en Gran Bazar para vender.

¿Qué piensa entonces la sociedad de los problemas que parecen preocupar a quienes dicen representarla? Quién lo sabe. Si se supiera, las revueltas a las que estamos asistiendo en el norte de Africa, por ejemplo, hubieran sido anticipadas. O, volviendo a Sortu, el apoyo de la sociedad a este proyecto hubiera sido tal y como lo preveían sus impulsores sobre el papel: una gran acumulación de fuerzas abertzales, que de momento no se está produciendo.

Fallan  los pronósticos. ¿Por qué? La explicación más plausible la escuché ayer por la mañana de boca del sociólogo francés Alain Touraine en una emisora que, a mi juicio, no dio a este intelectual el tiempo ni el espacio que merecía.

Decía Touraine que lo más sorprendente ante la gran crisis económica mundial que estamos viviendo es el silencio. Silencio reflejado, por ejemplo, en las recientes elecciones locales francesas, donde el índice de abstención ha sido altísimo: del 55% al 63%, según los distintos medios de comunicación.

Para el sociólogo galo,  los comicios constituye la ???base de la democracia??? y que los votantes rehúsen participar es un ???hecho grave??? que se debe, a su juicio, a la pérdida de sentido de las instituciones. ???Democracia, justicia, ciudadanía, conceptos con alto poder movilizador en el pasado, se han visto desprovistos de significado???, opina.

El motivo lo sitúa en la cada vez mayor incapacidad de la política para hacer frente a un sistema financiero que no se preocupa de sus funciones económicas, sino sólo de especular.

No obstante, el sociólogo detecta otros modos de representatividad paralelos, que están emergiendo en forma de movimientos sociales altermundistas, donde lo importante es la referencia al concepto de derechos. Estos agentes, explica, están protagonizando una revisión ética, ???directa, moral, global e internacional???, que se refleja en los debates sobre el capitalismo financiero o sobre la energía nuclear, y cuyo objetivo es ???defender el mundo humano de los dirigentes políticos y económicos???.

Se trata de una lucha contra lo que él califica como ???enemigos difusos???. Una lucha sorda pero persistente y pacífica. Una revolución lenta y silenciosa a la que apenas se le presta atención, porque sus protagonistas son considerados carentes de interés por quienes controlan el poder.

No sabemos si un día cambiarán el mundo. Pero lo que sí es seguro es que, de hacerlo, pillarán a muchos descolocados. A todos esos que están sumidos permanentemente en la autocomplacencia. La reciente sorpresa electoral de Los Verdes en Alemania, que presidirán por primera vez una región, la de Baden-Württemberg, se puede interpretar como un anticipo.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia