¡Sí, a ti, sí!

Sí, me refiero a ti, ilustre ciudadano de cualquiera de nuestros pueblos. Gran defensor de los desvalidos, miembro de alguna ONG, persona que llora cuando ve una película con sabor a drama, amante de su familia… Con todos estos atributos cómo se entiende que seas partícipe de ese acto de aparcar tu vehículo encima de las aceras, las cuales en muchas ocasiones ven reducidas sus dimensiones a una tercera parte. No te das cuenta de que en nuestro municipio existen personas con graves problemas para desplazarse y tú lo que estás consiguiendo es que al no poder moverse por las aceras, porque no tienen espacio, se vean abocadas a deambular por la carretera, si, por ese lugar donde circulan vehículos, esos objetos que tanto utilizamos y que en ocasiones hacen daño.

Imagínate viendo un reportaje de televisión en el que se observe a una persona en silla de ruedas, la cual sea incapaz de continuar por la acera ya que no cabe por la misma, y con gran esfuerzo, si es que puede, se vea obligado a invadir la calzada para sortear los vehículos, y quién sabe si decide  no volver a salir a la calle porque se ve incapaz de valerse por sí mismo en esa selva. Seguro que alguna lágrima saldría de tus ojos.

Esto que estoy contando no es una película de ciencia-ficción sino un hecho que lamentablemente es muy habitual, ampliándose hasta situaciones alarmantes cuando en nuestras localidades se celebra algún tipo de acontecimiento multitudinario.

Desgraciadamente, y cada vez estoy más convencido, el civismo sólo se consigue a base de “castigos”, y en este caso el instrumento para ello sería nuestra Policía Municipal, que a través de las sanciones regularía el tema, y hago hincapié en que las mismas debían ser de una cuantía, económica o de otro tipo, en consonancia con el daño que se está infringiendo.

No puedo menos que dirigirme a TÍ y solicitarte que recapacites. Que veas que aunque no era tu intención estás atentando contra ese derecho que tienen las personas discapacitadas, ancianos… para valerse por sí mismos y poder desplazarse a donde les venga en gana.

Este artículo va encaminado a vosotros, de quienes creo tenéis ánimo de enmienda. No escribo para esa minoría de hijos de su madre, los cuales son una escoria para nuestra sociedad, enorgulleciéndose antes sus iguales por haber estacionado donde les sale en gana, a los cuales doy como perdidos y deseo que en un futuro, a poder no muy lejano, sufran en sus propias carnes de desalmados el daño que están causando a esos colectivos.

Quizás alguno de los lectores, o muchos, piensen que estoy exagerando o me “he pasado dos pueblos”. Os diría que preguntarais a estas personas, auténticas víctimas, qué piensan del asunto y posiblemente os daríais cuenta de que me he quedado corto. Reflexionad sobre todo ello.