El programa ‘Vacaciones en Paz’ se puso en marcha a mediados de los años 80 para facilitar la estancia de menores saharauis en familias de acogida durante los meses de julio y agosto. Lo que se busca es que la población infantil que vive en los campamentos refugiados de Tinduf –una de las zonas más inhóspitas del desierto del Sáhara– se aleje de las sofocantes temperaturas que en verano superan los 50 grados y paliar las carencias alimenticias y sanitarias de su día a día.
En Durango, la ONG Río de Oro tomó el relevo a la asociación vecinal Herria y gestiona actualmente los acogimientos. Once familias de Durangaldea participan en el programa, entre las que se encuentra la durangarra Esti Gómez Valdubieco, que vivirá con Aicha por segundo verano consecutivo.
-¿Cómo te animaste a colaborar con Río de Oro en este proyecto?
-Tenía ganas de participar en algo así. Empecé a moverme un poco meses antes de la pandemia, pero el programa se suspendió, así que cuando volvió a ponerse en marcha me llamaron desde Río de Oro para ver si seguía interesada. Lo hablé con la que entonces era mi pareja y decidimos seguir adelante. Aunque ahora mismo estoy sola, voy a mantener el compromiso de cinco años que asumí con la ayuda de mi madre, que está encantada. Para ella es su nieta.
-Da la impresión de que tienes un marcado perfil solidario porque también formas parte de una asociación de rescate, recuperación y adopción de galgos.
-Sí, acabé adoptando tres, aunque uno, desgraciadamente, ya murió. Ahora me quedan Africa y Skipper. ¡Mi casa parece un arca de Noé! Lo que tenga que ver con Derechos Humanos y temas de animales que cuenten conmigo, que yo trataré de hacer todo lo que esté en mi mano.
-Aicha llegó a tu casa por primera vez el verano pasado a punto de cumplir los 8 años. ¿Cómo fue la experiencia?
-Se adaptó bastante bien, aunque para ella no fue fácil alejarse de sus padres y de sus dos hermanos para irse a un país que no conocía con un idioma y unas costumbres muy distintas a las que ella estaba acostumbrada. Con el tema del idioma tuve suerte porque ella y yo creamos un vínculo muy fuerte desde el principio y, curiosamente, me entiende casi todo lo que le digo.
-¿Y el reencuentro? ¿Han mantenido el contacto el resto del año?
-Yo les escribo por Whatsapp a sus padres, pero no son conversaciones demasiado fluidas porque no saben castellano. Una vez también hicimos una videollamada pero le noté muy tímida, casi no me hablaba. Eso sí, en cuanto bajó del autobús y me vio… los abrazos y los besos fueron increíbles. ¡Como si no hubiera pasado el tiempo!
-De todo lo que ha descubierto Aicha que para ella es diferente, ¿qué es lo que más le atrae?
-Sin duda alguna, todo lo que tenga que ver con el agua: la playa, la piscina… se le pone una sonrisa de oreja a oreja. Abre el grifo y no puede dejar de mirar porque, claro, allí no tienen agua corriente. Hasta en la ducha le tengo que decir que ya vale. También le encantan las patatas fritas de bolsa. Es un poco reacia a probar lo que no conoce hasta me ve comerlo. El verano pasado le pasaba con los huevos fritos y ahora le gustan con locura.
Problemas oculares
-Durante sus estancias fuera de los campamentos también suelen acudir a reconocimientos médicos.
-Sí, se aprovecha para hacerles revisiones. Suelen tener muchos problemas oculares y de otro tipo. En el caso de Aicha, también me dijeron que tenía asma, pero aquí no se la han detectado. Quizá el polvo de allí…
-¿Cómo animarías a participar en el programa el verano que viene?
-Yo creo que es un enriquecimiento mutuo. Yo le aporto nuevas experiencias, una alimentación mejor…, pero ella también me aporta muchísimo. Si cada persona pusiéramos un granito de arena podríamos mejorar muchas cosas. Ver su cara de felicidad y cómo le sorprenden las cosas es una gozada.