Aullidos de desesperación

Un agradable paseo por el monte acabó por convertirse en una pesadilla para la zornotzarra Leire Bilbao. Su perra Kim desapareció el mes pasado en la zona de Euba y, desde entonces, no cede en su esfuerzo por hacerla regresar a una familia que la quiere y la extraña. Una desgarradora experiencia compartida por muchos propietarios de mascotas extraviadas que se sienten, a su vez, perdidos al no saber a quién acudir para recuperarlas.

Bilbao reaccionó como la mayoría de dueños en esa situación. Se sobrepuso a los nervios iniciales y comenzó una búsqueda directa por la zona de Bernagoitia donde se perdió la pista a Kim. “Recorrimos el monte durante días, hemos buzoneado información por los caseríos, pegado carteles en farolas y en los bares que hay alrededor, hemos hablado con vecinos y cazadores… Pero nada, no hay rastro”, lamenta.

Desde un primer momento se puso en contacto con la Policía Municipal de Amorebieta y con la Ertzaintza de Durango. En ambas ocasiones, se encontró con “una total ausencia de medidas para afrontar estos casos. Se lavan las manos ante un sistema lleno de lagunas legales”, critica. “Ni siquiera tenemos la posibilidad de poner una denuncia, no hay documentos para declarar su desaparición. Si aparece por ahí tirada o provoca un accidente, podrían acusarme de abandono”.

Una situación ilógica, a su juicio, teniendo en cuenta que no se trata de un hecho aislado. Según datos de las protectoras de animales, cada año se pierden cerca de 70.000 mascotas en España. Unos animales que deben poseer su correspondiente microchip identificativo, su seguro y su cartilla de vacunación.
 
“¿Pero de que sirven esas medidas si las patrullas que andan por el monte no se preocupan de controlar que los perros estén dados de alta y tengan sus datos correctos?”, se pregunta Bilbao, que hace unos días envió una emotiva carta a este periódico digital para tratar de reactivar la búsqueda de Kim. “Resulta que cualquiera se puede quedar con tu perro y nadie le va a preguntar nada”.

Un año lejos de casa

Entre las funciones de la Policía Municipal de Amorebieta se incluye la recogida y control de los animales encontrados en la vía pública, “pero no tenemos capacidad para colaborar en su búsqueda”, señalan desde la guardia urbana. En caso de localizar a algún perro o gato extraviado “solicitamos la intervención de una clínica veterinaria contratada por el Ayuntamiento para que se haga cargo de él”.

Una vez allí, tras una lectura del chip se identifica al dueño, que debe pagar una tasa de 63 euros -más 9 euros diarios en concepto de estancia- para recuperarlo. “Así se solucionan el 95% de las pérdidas”, aseguran desde la Policía local. En caso de que el animal no pueda ser identificado, la propia empresa se encarga de gestionar su adopción. Pero si no aparece, “no podemos más que tomar nota de los datos y estar atentos”, añaden.

En la clínica veterinaria Gure Kide, de Abadiño, se han encontrado muchas veces con esta situación. Sus responsables recomiendan colocar a los animales una chapa con un número de teléfono “para que cualquiera que encuentre a la mascota pueda ponerse en contacto con su familia. El microchip es imprescindible pero se precisa un lector especial para recuperar los datos que, a su vez, forman parte de una base de datos autonómica. Si el perro está censado en Asturias, por ejemplo, no podemos acceder a la información”, advierten.

Pero desde Gure Kide aportan un caso que permite no perder la esperanza. “En una ocasión, un chico nos trajo una perrita que había encontrado en Durango y cuando le pasamos el lector del chip descubrimos que llevaba perdida un año”, relata la veterinaria Uritz Alday. Como es de esperar, sus dueños no cabían en sí de gozo “y lloraban de agradecimiento cuando vinieron a por ella”, recuerda.

Parte de la familia

Aunque no lo ha sentido en carne propia, la angustia que vive estos días Leire Bilbao no es desconocida para Antonio Márquez. A través de la asociación Durandog, han colaborado en varios casos de canes perdidos “dando toda la difusión posible mediante carteles o con la ayuda de las redes sociales”, comenta.

“Nosotros no consideramos a los animales como una mascota, sino como un miembro de la familia, así que es fácil de entender que una desaparición sea tan traumática”, confiesa. Para evitar problemas, Márquez incluso ha salido de Durango durante estas fiestas para evitarle estrés a su perro. “Algunos se ponen muy nerviosos al oír cohetes y petardos y, si están en la calle, pueden salir huyendo en cualquier dirección. Así es como comienzan muchas desapariciones. Y si por casualidad lo encuentra un municipal, me multa por abandono”, relata.

Márquez aconseja no perder tiempo y “legalizar al perro colocándole el chip lo antes posible para facilitar su recuperación en caso de extravío. Y si alguien se lo lleva porque le ha gustado, tarde o temprano pasará por el veterinario y podrá comprobar que los datos no coinciden”.

Mientras tanto, Bilbao continúa la búsqueda de Kim, a la que acogió hace tres años después de rescatarla de una perrera. “Quizás esté metida en alguna jaula, obligada a volver a vivir la pesadilla de la que se salvó en su día y que tantas secuelas le dejó. Espero que la persona que la tiene lea mis palabras y nos la devuelva sana y salva”, clama.

Abajo, a la izquierda, Kim junto a Ioritz, el peque de la casa.