La cultura, la hermana olvidada

Cualquiera se atreve a hablar de cultura y en concreto de Artes Escénicas con la que está cayendo en estos tiempos de crisis. La cultura siempre ha sido la hermana olvidada, la que no importa mucho lo que opine porque siempre está protestando con cosas que no son importantes para la sociedad. No seré yo la que intente convencer a quien todavía no lo piensa que la cultura no sólo está muy vinculada a la educación, a la socialización, y a las maneras de vivir y de ver la vida, sino que el sector teatral facturó en 1998 (según el anuario de la SGAE) cerca de 15.000 millones de las antiguas pesetas en todo el Estado.

Recuerdo que, en supuestos años de bonanza,  durante los congresos y cursos a los que solemos acudir desde el sector teatral ya se hablaba de carencias evidentes como: sobreproducción (más 1.000 espectáculos al año para su posible exhibición), inestabilidad empresarial, tendencia al proteccionismo, pésima inserción en el modelo educativo, pocas campañas   de captación de públicos o escasas actividades formativas.

Por tanto, la inevitable pregunta es: ¿Y ahora que? ¿Qué hacemos con un sector así en tiempos de crisis? Tampoco seré yo quien pueda ofrecer una respuesta. Solo sé que, como buena hermana olvidada, la cultura empezó a notar hace tiempo que esto se tambaleaba. Son ya demasiadas las compañías que sufren agravios bastantes vergonzosos por parte de la administración cuando son contratados, actúan,  y pasado un tiempo no han cobrado (por la parte que nos toca, también podemos decir que Euskadi es la comunidad que menos impagos tiene).

Otro detalle que demuestra lo poco que importamos es el Plan general de Teatro. Lleva 2 años guardado en algún cajón del Ministerio de Cultura con el consecutivo “cabreo” de quienes se pringaron para, de manera altruista, poder consensuarlo. Y mejor no pensar en qué va a pasar con El Plan vasco para la Cultura, aunque mucho me temo que también se quedará en otro cajón.

Visto lo visto, el sector tendrá que regularse a sí mismo. Lo triste de todo va a ser que esa regulación podría ir acompañada de la desaparición de las compañías más débiles y de los presupuestos de los departamentos de Cultura. Ya hay noticias de que muchos municipios no van a tener dinero para promover actividades y se va a quedar mucha gente por el camino. Tampoco será fácil para la gente que empieza. 

Lo único que me consuela es que en tiempos de crisis la imaginación se activa. Y que como nuestro sector es “el creativo” de la familia (al menos esas interesadas lecturas llegan a nuestros oídos), seguro que salimos reforzados de esta denominada “época de crisis”.  Que así sea.

Arantza Arrazola, Coordinadora de San Agustin Kultur Gunea de Durango