El olor a pólvora y las danzas tradicionales regresaron ayer a Elorrio como cada primer domingo de octubre para evocar una tradición que se remonta siglos en la historia local y cuyo origen más probable sea el de los antiguos alardes de armas que se sucedían en numerosas localidades, según defienden historiadores e investigadores.
La fiesta de Errebonbillo de Elorrio, sin embargo, es la única de estas características que se conserva en Bizkaia, aunque debe tener algún paralelismo con los alardes que se mantienen en localidades de Gipuzkoa como Irun y Hondarribia.
La cita siguió el esquema habitual de estar dividida en dos partes. En la primera, que arranca a las cinco de la madrugada, la compañía recorre diferentes calles del casco histórico de la localidad. Tras las primeras salvas frente al Ayuntamiento y la Iglesia, los Errebonbillos emprenden un recorrido por las cruces de término ante las que vuelven a realizar nuevos disparos de fogueo, así como ante varios de los edificios más singulares de la villa y en aquella vivienda que la alcaldesa determina.
Frac, bicornio y chorrera
El alarde se reviste de solemnidad por la tarde cuando la compañía se engalana con frac, bicornio y chorrera y emprende una nueva kalejira. El habitual acompañamiento a la procesión de la Virgen del Rosario, sin embargo, ha quedado reducido este año por la escasa presencia de feligreses, mientras que la compañía completaba su recorrido habitual.
Tras el pasacalles las escopetas quedaron en la Casa Consistorial y los errebonbillos ofrecieron un alarde de danzas basado en la tradicional soka-dantza, en el que mostraron sus mayores o menores habilidades para el baile. Las evoluciones de los dantzaris, acompañadas por las numerosas y ruidosas andanadas disparadas desde el balcón del Ayuntamiento, fueron acogidas con agradecimiento y aplausos por parte de los vecinos y visitantes que se acercaron para disfrutar de una de las fiestas más singulares de la provincia.