Gerediaga elkartea y Durango 1936 emprendieron en 2021 un trabajo de investigación para identificar a las víctimas de los bombardeos que arrasaron Durango el 31 de marzo de 1937. El estudio, realizado con una subvención de Gogora bajo la supervisión del historiador local Jimi Jiménez, se centró inicialmente en las 84 personas enterradas en fosas comunes y en la búsqueda de sus familias.
En una fase posterior, se han analizado los listados de las 334 víctimas que recogía Jon Irazabal en un libro de 2001 y el informe de los bombardeos que el Gobierno Vasco publicó en 1937. Aunque la obra de Irazabal ha sido “fundamental” porque “el silencio y el miedo a hablar que duró hasta finales del siglo XX fueron grandes trabas”, la nueva investigación reduce a 213 el número de víctimas que se han podido “confirmar”.
Entre ellas se encuentran 13 personas que aún continúan como desconocidas. El estudio determina además que 77 víctimas que habían sido contabilizadas no fallecieron como consecuencia de los bombardeos, aunque sí se entendió así inicialmente debido a “la situación de guerra y la penuria del momento”.
También hubo identificaciones erróneas. Indagando en diferentes registros, se han corregido nombres y apellidos, y se ha descubierto la identidad de otras 16 personas. Por otro lado, 54 fueron contabilizadas como víctimas dos veces “por diferentes motivos”.
Gracias a esta investigación también se ha podido identificar a 4 personas que aparecen en los registros como fallecidas en el ‘bombardeo de Abadiño’. “Hemos decidido mantenerlas como víctimas del bombardeo de Durango porque creemos que fueron en la misma operación militar para atacar Durango (hay que tener en cuenta que Abadiño es un pueblo limítrofe de Durango y que los bombardeos se iniciaron de este a oeste)”, apuntan en un informe que también deja claro que la relación de víctimas estará “siempre abierta” porque no se puede asegurar que todas fueran incluidas en las listas de aquella época.
“Aterrorizar a la población”
Sobre la condición de las víctimas, lo que se sabe es que el 74% de las personas que fallecieron en los bombardeos fueron civiles. De todas ellas, el 65% fueron mujeres, el 15% menores de 16 años y el 17% mayores de 60 años. Otro 26% eran gudaris de distintos batallones del Euzko Gudarostea y también se contabilizaron 19 feligreses (entre ellos 14 monjas del convento de Santa Susana).
“Estos datos demuestran que, además de destruir las infraestructuras estratégicas, fue un claro ataque a la población civil con el objetivo de aterrorizarla”.