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“Los jesuitas han aportado mucho a Durango, no sólo a nivel educativo”

Carballo, con un ejemplar de ‘Jesuitas en Durango’.
Imagen del curso 1979-80.

Juan Antonio Carballo Alberdi (Durango, 1957) ha estado vinculado casi toda su vida al colegio de Jesuitas de su localidad natal. Primero, como alumno; después, como docente, hasta su jubilación. Una experiencia que, unida a su labor como historiador, le convertían en el candidato perfecto para plasmar en un libro la huella que los miembros de la Compañía de Jesús han dejado en sus más de 180 años de presencia en la villa.

La base de ‘Los jesuitas en Durango’ surgió en el municipio donde Carballo reside actualmente, Gernika, donde colabora con el grupo de historia local Gernikazarra. Ayudado por sus compañeros, Carballo afrontó en el año 2005 la publicación de ‘San José-Jesuitak Ikastetxea (Durango, 1880-2005)’ en conmemoración del 125 aniversario del colegio.

En esta ocasión, este durangarra ha retrocedido aún más en el tiempo, hasta la llegada de los tres primeros jesuitas a la villa, en la primera mitad del siglo XIX. “Este libro ha sido impulsado por Koldo Katxo –último supremo de la comunidad– que sentía la necesidad de hacer algo como despedida ante la disolución de la Compañía y como homenaje a todo lo que ha aportado a Durango, no sólo a nivel educativo”, explica el autor.

A partir del material recopilado para el anterior libro, Carballo ha buceado en publicaciones y documentación “muchas de ellas reunidas por el Padre Zavala”, archivos fotográficos y entrevistas para abarcar un periodo que se inicia en 1841 cuando se establece la primera comunidad de jesuitas en la conocida como ‘casa del reloj’ en la plaza Santa Ana.

“La Compañía ha sufrido numerosas expulsiones de España en función del gobierno de turno, pero ese año tres jesuitas durangueses pudieron regresar a su hogar desde Bélgica. Se trataba de Leonardo de Olano y de los hermanos Barrenetxea”, detalla el historiador. “Durante las primeras décadas, su labor era fundamentalmente evangelizadora”.

Foto del año 1950.

Años más tarde, se comienzan a ofrecer las primeras clases de “latinidad, como se definía entonces, que se basaba en la enseñanza de latín, gramática o matemáticas, siempre desde una perspectiva eclesial”. La función educativa empezó así, de forma modesta, hasta llegar a utilizar las instalaciones del actual San Agustin kultur gunea gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento.

Estatus legal

No sería hasta 1880 cuando se funda el colegio situado en la calle Kurutziaga. “Un par de años antes empezó a mejorar la situación política para unos jesuitas que pudieron recuperar un estatus de legalidad. Entonces se plantea la necesidad de un centro educativo, que abriría sus puertas con espíritu apostólico, es decir, enfocado en formar seminaristas”, especifica Carballo. “Hay que tener en cuenta que, en esa época, el tema religioso tenía mucho calado en Durango, un pueblo donde el carlismo tradicionalista tenía mucho peso”.

A partir de esa fecha comienza la evolución del colegio con el inicio de las obras del actual edificio en 1907, la compra de una huerta para abastecerse, la puesta en marcha de un internado en 1919 o la habilitación de un campo de fútbol cinco años más tarde.

Se alcanzan así los “tiempos complicados” que abarcan desde 1931 a 1960. La Segunda República promulga una ley de disolución de los jesuitas, que debían abandonar el Estado. Pero en Durango logran mantener su actividad educativa “gracias al gran apoyo que tenían en el pueblo” y quedan dependientes de la diócesis de Vitoria.

Ya en la Guerra Civil, el colegio sería ocupado por el batallón Kirikiño y sufriría el bombardeo que destruyó la iglesia en casi su totalidad, causando varias víctimas mortales. Tras el conflicto, el nacionalcatolicismo se implanta en todo el Estado y los jesuitas volverían a sus raíces de un colegio apostólico, periodo en el que se reconstruiría el templo por medio del Servicio Nacional de Regiones Devastadas “que valora los daños en 320.000 pesetas de la época”.

Collage de 1950.

Las décadas de los años 60 y 70, que coincide con la época de alumno de Carballo, está protagonizada por “cambios profundos gracias a la llegada de ideas nuevas traídas por jesuitas más jóvenes como el Padre Sanz, para adaptarse a unos tiempos en los que las vocaciones eran cada vez menores”, recuerda.

Nuevas dinámicas

El centro se abre aún más a todo tipo de alumnos, “sobre todo, hijos de obreros”, lo que provoca ciertos choques con los miembros de la Compañía más tradicionalistas. Esos aires de renovación son los que trajeron a Durango “a defensores de otras dinámicas como Juanjo Moreno o el Hermano Juaristi, muy conocidos en el pueblo”. También empezaron a incorporarse los profesores seglares, incluyendo a la primera docente femenina, “la señorita Conchi Zabaleta”.

Con la transición llegaría una fase “de apertura en todos los ámbitos, con la realización de asambleas, el apoyo a la lucha por la amnistía y su ‘Marcha por la Libertad’ de 1977 con una etapa que finalizó en el colegio…”, enumera.

Desde ahí, el libro de Carballo avanza hasta la actualidad, pasando por su papel como profesor en un centro “en el que los seglares ya somos mayoría y se produce un gran aumento del número de estudiantes. Hay muchos cambios desde el punto de vista arquitectónico, de planes educativos… En un proceso en el que todo va muy rápido, pasamos de las multicopistas a los ordenadores y tienes que estar adaptándote continuamente”.

La disminución de miembros de la Compañía provoca que vayan abandonando las aulas y se centren en su comunidad. Su última gran contribución, destaca el historiador durangarra, es “Jesuiten Etxea, un proyecto social en el que se realiza una importante labor de voluntariado para ayudar a las personas sin papeles”.

Más allá de un trabajo de investigación, ‘Los jesuitas en Durango’ ha supuesto para Carballo un repaso a su propia trayectoria vital, en lo que se podría considerar, en parte, una especie de autobiografía.

“Toda la época escolar son años que te marcan. Sigo manteniendo los mismos amigos que tenía entonces y, a base de recopilar información, he recordado vivencias que tenía olvidadas. Por eso, este libro parte de mi propia experiencia. Otros alumnos y otros profesores tendrán su propia visión”, reconoce.

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1 Comentario

  1. Americano

    Excelente trabajo como escritor y como profesor. ¡Felicidades Juanan!

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