¡Más dinero!

Podría ser tanto el estribillo de la canción del verano, como el ???leit motiv??? de las intervenciones de los cargos políticos que, en lo que va de año, se atreven, o tienen permiso de sus jefes, para hablar en público. O el grito que refleja la necesidad de una parte de la población del estado que hace equilibrios en el alambre del umbral de la pobreza. 

Según parece, la pandemia de esta era es que ninguno de nosotros tiene el dinero que necesita para atender a sus necesidades inmediatas y a sus futuros proyectos. Y lo malo es que este virus, que estaba hasta ahora asociado a los particulares, se ha inoculado al sector público, y amenaza con carcomerlo y destruirlo. Y lo malo es que parecía, o al menos muchas personas creíamos, que era imposible que esto ocurriera ante nuestras propias narices. Al fin y al cabo vivíamos en un entorno occidental y de desarrollo, de crecimiento y solvencia económica, salvaguardada por las instituciones municipales, forales, de las comunidades autónomas, estatales y de la Unión Europea. No podíamos imaginar, ni aun remotamente, que existiera mal que pudiera rebasar todas estas barreras de profilaxis.

A lo mejor otros, como los griegos, con fama de jugar a la trampa y al mercadeo mal entendido, o como los portugueses, vecinos ???pobres??? de la península, o como los irlandeses, aldeanos en su inmensa mayoría, tenían deficiencias en sus sistemas administrativos y dejaron, por ello, de ser inmunes a los avatares de la crisis. Seguro que hicieron algo malo y la plaga les pasó una cara factura.

Muy al contrario, no sé cuántas veces hemos oído, de boca de los responsables económicos de mayor rango y jerarquía del Reino, que el sistema financiero español era modélico, que los nuevos bancos (antes-cajas) respondían a la perfección los test de estrés más severos.

Y resulta que Bankia ha hecho ¡crack! Y al de unos días nos dicen que no, que no ha hecho ¡crack! sino ¡catacrack! Y el actual estado de Bankia no deja de ser el reflejo de la gestión de cajas como Cajamadrid o Bancaja cuyas cúpulas, no lo olvidemos, estaban copadas por lustrosos jerifaltes del Partido Popular. Jerifaltes que gobernaban con holgadas mayorías y, se suponía que, con mano de hierro, las comunidades autónomas más endeudadas (léase Madrid, Murcia o Comunidad Valenciana).

Así las cosas, ¡Cómo no va a tener que recurrir el Gobierno Vasco, a pesar de los pesares del Parlamento, a contratar con empresas australianas con domicilios sociales en paraísos fiscales! Son las únicas que cuentan, ahorita mismo, con dinero y más dinero fresco.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango