¡Pobre bulería!

¡Pobre David Bisbal!. Quiere ser moderno y sensible con el arte y no le dejan. Al contrario, le afean su comentario en Twitter sobre lo que le preocupa el devenir de los vastos tesoros histórico-artísticos que alberga el convulso Egipto, y, encima, se mofan de él, eso sí, en algunos casos, haciendo un gracioso alarde de ingenio y fina ironía.

 Pero, en realidad, las noticias que nos llegan desde el país de los faraones son cada vez más preocupantes. En las calles de El Cairo se cuece algo más que una sucesión más o menos organizada de turbamultas; se respira un clima de verdadera revuelta social, que parece ha prendido, como una mecha, por varios estados del norte de África, y que pueden traducirse en relevantes cambios, que pueden afectar a todo Occidente.

 No me atrevo, por mera prudencia, y, porqué no reconocerlo, por falta de conocimientos, siquiera, a esbozar un análisis de las causas y consecuencias que estos movimientos populares puedan producir en la población egipcia. Pero comprendo que los ciudadanos del “mundo mundial”, lleguemos a cuestionarnos cómo podría afectarnos el caos que, según parece, impera en estos territorios.

 Pensemos, sin ir más lejos, y siendo pragmáticos, en que el gas que consumimos muchos europeos procede de esta parte del Orbe y que la azarosa situación por la que atraviesa, bien pudiera llegar a frenar el preciado suministro.

 Pensemos, siguiendo siendo pragmáticos, que las joyas del Antiguo Egipto constituyen un foco de atracción turística de primer orden, y un conjunto de elementos constitutivos de un acervo cultural milenario y sin parangón en la historia de la humanidad. Nos aterra la simple idea de que puedan resultar directa o indirectamente perjudicados por luchas o saqueos.

 De hecho, estoy seguro de que muchos lectores, como yo mismo, podían haber planeado visitar las riberas del Nilo durante los próximos meses, con el noble propósito de disfrutar de estas maravillas de la antigüedad y, a buen seguro, la inestabilidad social y política ha frenado en seco nuestros proyectos de vacaciones.

 Y esto, seguro, nos ha inquietado y, desde una perspectiva absolutamente egoísta y distante, hasta nos ha molestado, como a Bisbal. Y, más que posiblemente, hemos pensado que era un fastidio, y que ojalá que todo pase pronto y que quien quiera, y pueda, vuelva, cuanto antes, a visitar los templos, los museos y las pirámides, a fotografiarlas y a contarlo.  

 Pero, claro, aunque lo hayamos pensado, hemos tenido la cautela de no plasmarlo en un tweet. Y además, o al menos yo, no soy ni rico ni famoso como Bisbal, con lo que mi opinión, o cuenta menos, o despierta menos interés que la del astro musical.

 Así que, miren por donde, me solidarizo, aunque de lejos, con la poco hábil intervención del popular cantante, porque sus palabras me han parecido más inocentes que frívolas, y comprendan que tanta inocencia me conmueva.

 Claro que me han resultado simpáticos, también, quienes se han cebado con su imprevisión. Al fin y al cabo, la evocación del tráfico rodado de vehículos en Venecia después de que cesaran los efectos de “la inundación” resulta, desde luego, de lo más hilarante.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango