Al paso alegre de su paz

He soñado que estaba en el vientre del Lago Baikal, un lugar donde todo es puro. He visto pasar deambulando junto a mí algunos cadáveres sin rumbo, que han servido de alimento para la fauna marina. Son como espectros vagando errantes por un mundo casi perfecto.

“Cautivo y desarmado, el ejército rojo…” era el último parte de los insurrectos del 36. Traidores a la República y a la Democracia cuyos descendientes alientan el fantasma de la guerra en un funeral de Estado oficiado por un prelado católico-castrense. Patético.

Sujetos, verbos y predicados, como aprendimos en la escuela primaria, regresan para reavivar una pesadilla. Ahora entiendo el desajuste de mi quimera. No tenía sentido encontrarme putrefacción en un medio natural tan inmaculado.

Casi 80 años después, los poderes públicos a quienes nosotros hemos entregado nuestra confianza, se esfuerzan por equiparar víctimas, pero lamentablemente continúa habiendo clases. Ese fue el drama de quienes perdieron aquella contienda civil de secesión.

Algunos se preguntarán por qué la llamo así. Secesión, sí, porque se trataba y aún se trata de disociar: ellos y nosotros, los ricos cada vez más ricos y los trabajadores, siempre pobres, aunque nos hayan hecho creer que tener un piso en propiedad, un coche y unas vacaciones en Mallorca nos pone a su altura; aparte de haber fomentado de manera atroz el individualismo.

Nos explotó el capitalismo, luego fue el consumismo y ahora vuelven a ser la plutocracia y el liberalismo.

Por eso tenemos a quienes siempre se preocupan mucho más de los daños materiales causados por los “vándalos”, que de las secuelas físicas y psíquicas, entiéndase algo como cabezas aporreadas abiertas u ojos de cristal que han tenido que colocar a más de un manifestante, que quizás no era violento pero estaba ¿en el lugar equivocado en el momento equivocado?.

Y resulta que esas fuerzas policiales que supuestamente están para asistir a los ciudadanos, que somos quienes les mantenemos con nuestros impuestos, son colocadas por sus mandos al servicio y para protección de “ellos”, una serie de señores que hace poco se reunieron en un museo de Bilbao para estudiar la manera de exprimirnos más y mejor.

Quizás por ese motivo también, existe reticencia para poner el nombre de “3 de marzo” a la nueva estación de autobuses de Vitoria-Gasteiz. Por eso y porque, consecuentemente, continúan existiendo víctimas de primera, y luego está el resto.

Sólo en las frías aguas del Baikal se puede encontrar la única foca de agua dulce. Ojalá sucediera el próximo 25 de mayo, aunque mucho me temo que será en mi sueño únicamente.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.