A menos de un año de las próximas elecciones locales, nos encontramos en un ambiente donde el fatalismo económico parece no tener freno, se buscan culpables. La irritación, el miedo y el desconcierto exigen una válvula de escape.
La clase política es descrita, por un amplio espectro social, como corrupta e ignorante, siendo por ello la más vapuleada, además de seguir condenada a ser esclava de los medios de comunicación. En la sociedad, los valores hedonistas y el culto al ego cierran el paso a los valores colectivos, a los valores sociales. Cunde la desconfianza en todas direcciones.
En esta atmósfera bien haríamos todos, sociedad y políticos, políticos y sociedad, en abrir nuevas oportunidades de encuentro, confianza y compromiso mutuo para los nuevos escenarios tan cargados éstos de difíciles retos y desafíos. Ya nada será como antes, debemos ajustar nuestras expectativas y necesidades a lo que realmente debemos y podemos. La credibilidad será definitivamente el elemento clave, tanto en los programas, como en los carismas personales.
Porque ya no es creíble -como bien señala Pep Castelló- quien usa las palabras como máscara; quien miente sistemáticamente; quien no hace lo que dice sino lo contrario; quien hace oídos sordos y no atiende reclamos; quien se muestra arrogante ante la gente y pretende saber mejor que nadie lo que es bueno, lo que es malo y lo que a los demás conviene; quien oculta lo que piensa y lo que siente y dice lo que debe, aunque no se lo crea, aunque no sea cierto, aunque sepa que engaña; quien carga contra el débil por temor al más fuerte; quien no repara en costos siempre que sean ajenos; quien pone su interés en primer plano, aunque su bien comporte daño a otros.
Y es que creíble es quien llama pan al pan y vino al vino y señala cada cosa con su nombre, sin falacias ni engaños; quien muestra con sus actos cuanto cree; quien no oculta lo que piensa y lo que siente y no se guarda por hacer lo que cree que debe.
Esperemos que con una credibilidad restablecida y una corresponsabilidad compartida seamos capaces de transformar las debilidades y amenazas presentes en oportunidades y fortalezas futuras, porque al igual que señalaba Albert Einstein creemos que ???la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos???.
Cuánta razón tiene este señor y cuanto se asemeja al panorama que nos rodea. Salvo algún caso contado, este es el panorama con el que nos encuentramos los electores, falta de credibilidad y predominio de los intereses particulares.