
A primeros de diciembre del año 1973 se estrenó en España una película infame, de las peores que se han hecho en la península, que llevaba por título “Aborto criminal” cargada de moralismo infantil. Me ha venido a la memoria en estos últimos días porque nos han vuelto a las andadas la derecha más reaccionaria y la Iglesia, en un estado laico y aconfesional, y también porque casualmente, la sala donde la ví (cine Tavira) con tan sólo 17 años, es el lugar donde hoy está ubicado el Palacio de Justicia. Casualidades de la vida.
Que las mujeres hacen lo que les sale del coño es tan obvio que no necesita de ninguna ley más allá de la que garantice la debida atención sanitaria de las afectadas. Aquí estoy como prueba fehaciente de tal aseveración. Mi madre nunca me pidió permiso ni me consultó si yo quería venir al mundo, y que ahora mismo me encuentre escribiendo esto.
No me atrevo a considerar mucho sobre este tema ya que es un asunto que concierne a las mujeres. Sólo me cabría puntualizar que, de toparme en la situación hipotética de ser el padre de una criatura, mi pareja me pidiera al menos mi opinión, pero nada más.
Debería de ser un ejercicio de libertad tan mesurado como el hecho de que unos expresos de comunes ideas políticas organicen un acto público y celebren juntos una comida tras haber cumplido muchos años de condena. Su deuda con la sociedad, establecida por la Justicia en un Estado de Derecho, ha sido pagada y son personas libres que de igual manera deciden o no, reunirse con sus familiares y amigos o votar.
Seguramente al Sr. Fernández le gustaría convertir el antiguo matadero de Durango en un penal en el que en breve fecha ingresarían también las rojas pro-abortistas, los homosexuales, los comunistas-libertarios, los sindicalistas, los periodistas comprometidos y el Gran Wyoming. Vamos, que se le iba a quedar pequeño el degolladero.
Mirándolo bien desde cualquier ángulo, se me antoja que el mentado edificio reúne también condiciones y una fisonomía propias de una cámara de gas o de un crematorio nazi, pero no le demos ideas a (San) Jorge peleador contra dragones y monstruos varios.
Porque incluso se le podría ocurrir transformar la función del susodicho inmueble a monumento símbolo a los Caídos (solamente por Dios y por España) en el Valle del Duranguesado, y volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz (pax romana).
“La vaquilla” anda desbocada y en Sos del Rey Católico deberían de irse preparando para el rodaje de una segunda parte de la celebrada película.
Faltará elegir al sustituto del memorable Alfredo Landa (d.e.p.).