-¡Qué raro!, en la puerta el anuncio pone que abren el dia 1 pero la persiana sigue echada.
Hace un mes, los pasos de embarque, las estaciones de trenes y autobuses, los peajes de las autopistas y los parkings de las playas estaban atestados de gentes que circulaban.
Por ese océano de cuero que es Castilla, como lo definió uno de los grandes Pablos que tuvimos, he navegado durante algunos días, descubriendo más cerca o en lontananza, la mayor, los trinquetes y las mesanas transformadas en espadañas, torres y campaniles que van surgiendo entre las crestas de las olas de colinas, cerros y oteros que se vislumbran hasta difuminarse en el horizonte.
Y así, a través de unas horas que en esta época dejamos de medir con el reloj, he llegado más cerca del cielo, que no de las nubes. Estuve arriba, próximo al azul intenso que se confunde con el amarillo ocre cuando desciendes hacia la meseta.
Por ir a 205 kms/hora en un tramo de autovía, el conductor de un Mercedes es multado pero se libra de un delito contra la seguridad vial. Resulta curioso observar que mientras en las cunetas se limpian con arena los rastros de sangre de las víctimas de las carreteras, otra sangre, pero sangre al fin y al cabo, se diluye en los cosos taurinos utilizando un simple rastrillo. La arena ya estaba allí, y el ruedo queda presto para que continúe el macabro espectáculo.
De regreso al pueblo, únicamente el sol y las estrellas, que lo son todo, me hacen distinguir el día de la noche. Por lo demás, y si uno tuviera los ojos vendados, no sabría apreciar con exactitud en qué momento del día se encuentra. Durango es un mar muerto, casi verde, en el que la Santa María y otras naves quedan al pairo en agosto.
Tener un pasado es algo seguro y sólido pero aburrido. Algo incierto como el futuro es lo que dinamiza el espíritu y nos mueve a regresar, aunque pregunto si cuando lo hacemos no estamos volviendo al pasado, a más de lo mismo, a la monotonía de lo cotidiano. ¿Nace de esta última percepción el síndrome pos-vacacional, acaso?
Quizás por eso, la tienda de Martina sigue cerrada en este lunes, primer día de septiembre. Tal vez se cansó de pasado y no quisó retomar la rutina para no verse atrapada en la decadencia.
Desentendidos totalmente de los sucedidos locales durante las últimas semanas, volvemos a casa y nos encontramos por la calle caras conocidas pero con otro color, sin poder obviar explicar los lugares en que hemos estado y lo mucho que hemos disfrutado en esos días de asueto. Hasta que un tercero se acerca, nos saluda y entra también en la conversación:
-¿Sabéis que durante este mes ha muerto Carmelo?
-¿Ah, sí? No fastidies. Era de nuestra edad. ¿Y cómo ha sido, en accidente?
-¡Qué va! Volvió de la playa el pasado fin de semana, se sentó a cenar y antes de empezar, allí se quedó fulminado por la muerte súbita.
Me sobresalto y pienso de nuevo en Martina, algo más joven que nosotros.
¿Somos menos en el pueblo cuando agoniza el verano? Me queda el consuelo de que si faltan ellos, tenemos ya entre nosotros a Bartolín y Mireia, recién nacidos e hijos de un par de amigas mías, a quienes les esperan unos cuantos años muy poco monótonos.
Aupa Agus, gustura irakurri dot zure irrada eta itzulera. Eskerrik asko
Aupa Agus, gustura irakurri dot zure irrada eta itzulera. Eskerrik asko