Asfalto mental

Recibimos con agrado la noticia positiva de hace un par de semanas: una calle de Durango ha sido asfaltada con un material especial, capaz de devorar las partículas contaminantes que emiten los vehículos. Aplaudimos. Nuestra conciencia transitará más tranquila por el corazón de Durango, pensamos, con esta nueva carretera ecológica. Habrá incluso, alguno o alguna que decida darse un garbeo por el centro de la villa para ver si funciona el invento y de paso contribuye a la concienciación ecológico-colectiva.

Avanza la ciencia, se estanca la conciencia. Ese asfalto no es ecológico, pienso, es neocapitalista y post-consumista. Seguro que algún lector bien avenido, conservador y puritano ya dibuja una sonrisa: ¿A dónde va este verde-idealista con ese verbo fácil y esos sustantivos pomposos? La sonrisa de ese conservador está justificada, porque tiene ganada otra batalla: nosotros, post-consumistas, ya reconocemos que este sistema nos engulle, que es imposible cambiarlo, sólo podemos matizarlo y pintarlo de verde. El asfalto pseudo ecológico es sólo un ejemplo de que intentamos tranquilizar nuestra conciencia, continuando, eso sí, con el mismo sistema capitalista y consumista.

Pongamos que hay dos capas en la conciencia del individuo: una superficial y otra más profunda. El mensaje que se plasma en la primera de ellas es sencillo: “Durango es más verde, porque de verde se llenan sus parques y el verde fomentan sus asfaltos”. El mensaje tatuado con más ímpetu y concisión en la segunda superficie, en esa segunda capa asfaltada que prácticamente no vemos pero existe, es el siguiente: “Tranquilo, aparca tus patas y sigue caminando con tu coche, consume y no cambies de hábitos, que el problema de los humos está solucionado”. Y digo que ese conservador capitalista que sonríe ha ganado otra batalla, porque nuestra conciencia está siendo asfaltada de una capa pesada de chapapote verde; chapapote que pese a su color apesta a polución. Es la tortura de la gota del chino, que gota a gota, causa efecto.

Miedo al bidegorri

¿No sería más lógico fomentar el uso de nuestro bidegorri, por ejemplo? Aunque el otro día un colega me comentó que ahora utiliza su bicicleta menos que antes, y que ni loco transita por el bidegorri. De hecho, le da miedo desplazarse en bici desde que se enteró de que hiciera lo que hiciera iba a ser multado según la ordenanza: por no llevar timbre; por no llevar luces ni reflectantes homologados cuando anochece; por ir a más de 20; por no llevar casco…

En definitiva, aplausos para el nuevo asfalto, pero maticemos el mensaje ecológico: caminar o ir en bici consume y contamina menos que arrancar el coche, sea del color que sea el asfalto. Me pregunto, ¿Qué pasaría si el mensaje sería el contrario? “¡Cuidado! Transitar en coche por esta calle y con este asfalto es altamente contaminante”, por ejemplo. Seguro que utilizaríamos más el bidegorri con casco o iríamos andando. Ahorraríamos en asfalto.

Julen Orbegozo kazetaria da