En plena efervescencia del proyecto de transformación del antiguo trazado ferroviario que atravesaba Durango he leído en este medio,
tanto la noticia como los comentarios que ha suscitado la misma.
Somos dados a la Memoria y a los vestigios que, en este caso, van desde la propuesta de mantener las estructuras de las catenarias como al hecho ya imposible de mantener la antigua estación.
Además de los muertos y supervivientes del bombardeo de Durango y aparte de la gente ilustrada del lugar (próceres, curas, intelectuales,
mecenas y otras notables) hemos tenido en el pueblo ciertas personas de oficios ya perdidos que en su día tuvieron relevancia, pertenecientes a la clase obrera.
Recuerdo con dilección al guardabarreras de la calle Ermodo, que en más de una ocasión resultó ser ángel custodio para más de algún imprudente que trató de colarse cuando el paso a nivel estaba ya cerrado y el tren silbaba cerca. Alguna vez también me alzó el bastón a
mí, y no recuerdo su nombre o su apodo.
Mi chifladura me conduce a proponer la reinstauración, no de las barreras, ya que supondría un contrasentido, sino de la garita que había en la esquina del edificio colindante a las vías del tren. Sería tan bonito detalle como levantar/instalar un pilar artístico evocando los oficios perdidos y a sus protagonistas más populares.
Por cierto, en las actuaciones que se han desarrollado en las calles Trenbide y Untzillatx se ha omitido el carril-bici que yo esperaba naciera desde la misma puerta de la nueva estación. Daba por sentado que el bidegorri vendría desde más allá de la calle Sasikoa.
Amigo Agustín; el guardabarreras se llamaba "Daniel" y el mote "patapalo".
Un saludo.