Athletic y la hipocresía futbolística

Lo siento. Me cuesta un huevo sentir admiración por dos docenas de deportistas que, simplemente, han cumplido con su trabajo. Me cuesta el otro huevo sentirme triste porque no hayan ganado la copa de su majestad el Rey (y el consiguiente sobresueldo por llevarse el título), tras haber movilizado cientos de miles de personas, haciendo brotar nuevos hinchas del Athletic hasta entre la masa social más jodida por la crisis. Me cuesta sentirme compungido porque los 22 jugadores y algún chaval del filial tengan ???sólo??? un mes y pico de vacaciones, porque tras la faena de la Copa adelantarán el retorno de sus vacaciones al 2 de agosto, en pleno verano.

Me cuesta admirarles, si admirarles significa caer en la ostentación de un club históricamente humilde, alardeando de unos atributos y una filosofía que brota de la paciencia y de la sencillez. Me cuesta admirarles, si ello significa que debo participar en la algarabía instantánea de un triunfo, o en el llanto de una derrota; porque había pensado que ser hincha de un club era un recorrido de fieles y feligreses. Me cuesta admirarles, si admirarles significa participar en el despliegue de medios de comunicación, en el despliegue de medios económicos y el gasto en pantallas gigantes, y en otorgarle a uno o dos eventos al año, con mucha suerte, categoría de trascendencia supina.

Me cuesta sentirme identificado con la mayoría del par de docenas de jugadores, y sufrir con ellos en sus derrotas; porque trabajan dos, tres o cuatro horas al día, la tercera parte de lo que trabajan la mayoría de los currelas, y ganan quinientas veces más que un investigador de cualquier universidad en España. Me cuesta no sentir vergüenza cuando comparo el sueldo de ese investigador con el más de un millón de euros al año que cobra media docena de jugadores del Athletic. Me cuesta no indignarme ante la hipocresía de la sociedad, que te crucifica cuando no utilizas el género mixto en los textos escritos o hablados, y ni se digna en levantar la voz ante la diferencia de nóminas entre los profesionales del fútbol masculino y del femenino.

Me cuesta no ruborizarme de la indecencia que supone que el presupuesto de un club de primera supere al que destinamos en Euskal Herria a otros menesteres más necesarios. Probablemente el presupuesto anual del propio Athletic sea mayor que el dinero que destina el Gobierno Vasco a cooperación al desarrollo, no mucho más que 50 millones de euros al año. ¿No habría futbol sin sueldos exorbitados?

Me cuesta participar del jolgorio rojiblanco, si no limpio antes mi conciencia denunciando las injusticias que se me han ocurrido estos días. Me cuesta justificar y legitimar el sistema del fútbol profesional en España, que goza de impunidad para que los clubes que deben millones a hacienda no sean embargados, y con esa deuda invisible y no denunciada se siga inflando el sueldo de deportistas, privilegiados, a quienes aplaudimos con júbilo si cumplen meramente con su trabajo. Me cuesta pensar, aunque sea cierto, que a un pequeño comerciante se le joda su sueño por deber unos euros al fisco.

Me cuesta creer que el mismo día que a Bankia se le regalan miles de millones de euros y que el Ararteko acaba con la impunidad policial del consejero de Interior Rodolfo Ares, a colación de una resolución sobre la participación de la Ertzaintza en Kukutza, los informativos le dediquen el 70% de su contenido a un acontecimiento deportivo.

Me cuesta apoyar este dispendio de todos que revierte en unos pocos, cuando se fomentan valores como la competitividad, el elitismo físico, los sueldos estratosféricos??? ¡y que además el futbol sea impune a la crítica! Me cuesta aceptar que el 15-M no haya coreado aquello de, ???¡que no, que no, que no nos representan!???, ante esta oportunidad.

Me cuesta ignorar el veto de la Liga de Fútbol Profesional a mi medio de comunicación predilecto, la radio, a quien impide la entrada a los campos porque no paga derechos. Me cuesta conchabar con ???los caballitos blancos???, que se libran de la crítica política, por ser bicéfalos en la sombra, defendiendo las selecciones española y vasca. ¿Es tanto exigir una pequeña explicación ante la prensa? No me pica que vayan; sino que se libren de justificarlo y de reflexionar sobre ello, porque la sociedad les libera de ello. Y cómo no, me cuesta descubrir que el día de aquella huelga general se omita que sólo un club de primera división, el Rayo Vallecano, se solidarizó, a su manera, con los huelguistas. El resto no lo hizo, y me desilusiono al descubrir que ningún dirigente sindicalista alzase la voz.

No seamos hipócritas. Reservemos un poco de tinta y rabia para escribir sobre fútbol sin ningún complejo. Criticamos a los políticos, a los banqueros, y hasta el PSOE aprovecha la coyuntura fiscal para atreverse con los privilegios de la Iglesia. No solo existen elites políticas, financieras y religiosas que nos empobrecen y se aprovechan de nuestra inocencia. Quienes amamos el fútbol seguiremos amándolo sin elites ni egos futbolísticos.

Julen Orbegozo kazetaria da