La remodelación del Ejecutivo Zapatero ha respondido a algo más relevante que la típica “crisis de gobierno” definida por un mero cambio en los rostros de los titulares de las carteras. Aunque era de todo punto conocido que el Sr. Corbacho dejaría el Ministerio de Trabajo, ha sorprendido, al común de los ciudadanos, el alcance, tanto cuantitativo como cualitativo, de la reestructura en el diseño del Consejo de Ministros.
La supresión de algunos ministerios, como el de Vivienda o el de Igualdad, a través de su integración en otros como el de Fomento o Sanidad, la atribución de responsabilidades a históricos miembros del Partido Socialista, pese a su talante a veces crítico, y la salida de la hasta ahora Vicepresidenta Primera, han sido los principales exponentes del cambio.
El propio Presidente Rodríguez Zapatero, explicaba los motivos de las remociones y las incorporaciones, destacando los méritos de unos y otros, definiendo sus perfiles, cortados, en el caso de los nuevos ministros, por el patrón de la facilidad en la comunicación con la ciudadanía y el electorado.
Obviamente, el fantasma de la crisis económica pendía sobre el motivo de la reducción del número de ministerios, ahora tácitamente reconducidos a la categoría de “menores” – pasarán a ser Secretarías -; manda el recorte de los gastos generales.
Sin embargo, no parece que haya sido éste, el económico, el único motivo determinante de tanta variación. Naturalmente, el Partido Popular, a través de sus voces más autorizadas, no ha dudado en tildar de interesadas y partidistas las modificaciones operadas, considerando que han obedecido a una finalidad puramente electoral, a la necesidad de llegar con más oxígeno en los pulmones a la próxima cita con las urnas.
Por otro lado, se ha percibido, de alguna manera, el recelo que en el Sr. Rajoy produce el retorno de Ramón Jáuregui a la “primera línea” de la política. Se le antoja, posiblemente, que el que fuera vicelehendakari, ha de asumir un papel relevante en el nuevo tiempo político que parece puede llegar a nuestro país. Y a mí también.
Quién sabe si la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado no ha llevado aparejada, además de la cesión de alguna manida transferencia, y el decidido apoyo a proyectos culturales vetados desde el Gobierno Vasco, entre otras cosas, algún otro sorprendente guiño al nacionalismo vasco.