
Sentado sobre el sofá se calza sus flamantes performance de fútbol. Hoy tenemos partido contra el colegio Esculapos.
Ahora, Bruno termina de ponerse los calzones azules y la camiseta con el número 6. Coge la bolsa de deportes y se encamina hacia la puerta despidiéndose de Papagayo.
-Yo también quiero ir, yo también quiero ir -repite el segundo.
-No, no, no vengas. Hoy jugamos en casa y no hace falta. Voy con los amigos -contesta el chaval.
-Está bien. Pero anda formal y gana el encuentro. ¡A ver cómo juega el campeón que tenemos en casa!-escucha Bruno mientras se cierra la puerta tras de sí.
Pero Papagayo no puede resistir la tentación y tras acabar de pasar la aspiradora por el piso, se muda de ropa y sale hacia la cancha.
En el patio del colegio, el campo de juego está completamente rodeado de gente. Cada cual anima a los suyos enfervorizadamente.
De pronto, dos niños chocan fortuitamente entre ellos y caen al suelo. Uno de ellos comienza a sangrar y al instante, en alguna de las esquinas del terreno de juego surgen unos graznidos altisonantes:
-¡Arbitro, que necesitas gafas! ¿No has visto que ha sido falta? Una obstrucción como una casa de grande, Tasio le había ganado la posición y ahora está en el suelo sangrando.
-¡Cállate, pasmao!- se oye desde otro ángulo-Kike no le ha tirado. Se han chocado. El que necesita gafas eres tú.
Así van sucediéndose los minutos entre jaculatorias y exabruptos: ¡Lapos, hijos de…! ¡Capus, capullos, kbrones!
Papagayo insta a Bruno a que se emplee con dureza porque-este partido lo vamos a ganar- el chico le mira acongojado-¡vamos hombre, que son unos nenazas! ¡a por ellos!.
El ambiente sigue caldeándose y los gritos aumentan de volumen.
Bruno observa todo el perímetro del campo y comienza a ver papagayos por todas partes que vertiginosamente se van convirtiendo en unos pajarracos negros amenazantes, como nubes de tormenta; cuervos cuyos graznidos están comenzando a asustarle: Papás Gallos que se van adueñando del protagonismo de la mañana, convirtiendo en un corral lo que tendría que ser una actividad lúdico-deportiva y saludable para los pequeños.
Se deduce fácilmente que el 6 de nuestro equipo no quisiera que Papagayo le acompañase al partido. Siente vergüenza ajena, de su propio progenitor. Tan joven y comienza ya a tener más sentido común que muchos mayores.
Cuando conversa con el ???tiíto Sugus??? Bruno se explaya a gusto explicándole jugadas y movimientos de balón, comentándole detalles de sus compañeros de equipo y lances de juego.
???Tíito Sugus??? le escucha y sonríe. De vez en cuando le da algún consejo y le recalca a menudo: -ya sé que dirás que soy un pesado, pero al igual que yo pongo interés en lo que me cuentas, tú debes atender a lo que te dicen tus mayores y procurar seguir sus consejos. Siempre se está aprendiendo: ahora con tus 13 años, dentro de diez, con 33, con 43, con 63 y hasta con 93 cuando te mueras, te irás de aquí habiendo aprendido algo nuevo.
-¿Sabes una cosa? Te propongo que mañana nos vayamos a patinar a la pista de hielo.
-¿Y tú también vas a patinar conmigo? -pregunta Bruno.
-Pues no sé, quizás. Si me agarras. Porque yo no sé patinar.
-¡Ja,ja ,ja! No me fastidies. ¡Qué tonto!
-Pues no. Ya ves. Tengo los años que tengo y todavía puedo aprender algo y además tú que eres más joven puedes enseñarme. Así es la vida.
Muy bonito y atinado, Agus.
Muy bonito y atinado, Agus.