La directora del centro escolar y la Consejera de Educación rechazan cualquier tipo de violencia y se solidarizan con la maestra agredida.
Es la coletilla habitual que conocemos siempre a través de los medios de comunicación aunque lo cierto es que ya no basta.
Sucedió en “Granáa”. Pudo haber ocurrido en cualquier otro lugar del planeta, dentro de la escuela o a su puerta, en el campo de fútbol o en plena calle.
Que uno se llega a plantear que lógicamente nuestros hijos son lo más importante del mundo es evidente, y es un hecho que en ocasiones produce tal obcecación, que una madre agarra de los pelos, arrastra y patea a la profesora de música porque su hija ha llegado tarde a clase y no la han permitido entrar.
También se le agrede al árbitro en un encuentro deportivo si las decisiones que toma no son del gusto, y “a mi hija o a mi niño no le pega nadie un manotazo ni tampoco una patada”, algo que es tan corriente y reincidente jugando al baloncesto o al fútbol, como comerse la merienda cada tarde al salir de clase.
La cosa se agrava cuando todas estas ocurrencias y sucedidos se llevan a cabo, y habitualmente así es, delante de los propios jóvenes.
Surgen propuestas para que se abran escuelas de padres y madres y, entre otras cuestiones, aprendan (aprehendan) que los maestros y profesores son la autoridad en las aulas y el juez lo es en el terreno de juego, por ejemplo.
Complicada resolución, no obstante, ya que aitatxo y amatxo trabajan y cada vez más niños y niñas recurren al teléfono de asistencia ANAR (ayuda a niños y adolescentes en riesgo) con un aumento preocupante y una previsión que aún lo es más.
Con una conciliación de la vida laboral y familiar todavía no resuelta, hay gente menuda que se siente sola, desatendida, no escuchada, así que, posiblemente vaya a resultar difícil crear un centro de formación para tutores de la infancia y la pubertad.
Me pregunto si el Ministerio de Educación no tendría que pasar a llamarse de Formación ya que entiendo que lo primero, comienza en cada hogar, y al colegio, al instituto y la universidad se acude a otra cosa y con ciertas lecciones asimiladas.
No es muy halagüeño el panorama sobre el mundo futuro que estamos legando a nuestros herederos, aunque probablemente tengamos también que comenzar a preocuparnos sobre la juventud que vamos a dejar al mundo, o sea, viceversa.