Contratad al flautista

Desde Mierdaseca hasta la estación existía un corto espacio en el que se acumulaban sensaciones de lo más variopinto. Bien es cierto que eran otros tiempos. Se compartían diversos aromas que iban entre los humos de “La papelera”, el perfume de “La achicoria” y las esencias de hollín mezcladas con los tufos de las fundiciones.

Maritxu dejaba la cena preparada y se asomaba a la ventana, especialmente en aquellas doradas tardes de otoño. Aunque se conocía todos los horarios, ella esperaba en particular el tren correo de las 8:30 que llegaba al caer la noche procedente de, por lo menos Eibar.

Era una suerte que el tren apareciera pitando y decelerando ante los semáforos de un ojo rojo y otro verde que quedaban cerquita de la casa. En aquel lugar, saltaba a menudo del convoy en marcha su marido, e incluso se perdía entre los maizales para toparse de frente con la puerta del portal en un minuto y subir hasta el segundo piso de cuatro zancadas.

Desde allá donde se cruzaban los caminos en Mierdaseca, hasta atravesar el pueblo y volverse a perder el tren con el sol, por el oeste hacia la capital de la galaxia, ha viajado también el tiempo y el trecho se ha convertido en un reguero de maleza, y de habitantes indeseados.

Llevamos seis años desde que no hace falta cruzar las vías para que los chicos del barrio vayan a la escuela. A la espera de noticias de nuestros gobernantes en campaña permanente, los nuevos inquilinos de la Noble Villa de Durango se siguen multiplicando.

Por medio de estas líneas me gustaría sugerir a los ediles de nuestro Consistorio que contraten cuanto antes al flautista de Hamelín, no vaya a ser que los traviesos ratones se coman hasta las papeletas de votación de unas elecciones que están al caer.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.