Dicen los oráculos periodísticos que se ha erradicado una de las epidemias que más asolaba nuestras latitudes por estas fechas: el síndrome posvacacional. No es algo nuevo. Desde que comenzó la crisis no se han registrado casos y ya han pasado cinco años. La OMS suele considerar extinguida cualquier plaga en menos tiempo.
Como por obra de un milagro colectivo, ya no se escuchan quejas ni por los trabajos ni por lo penoso de nuestra diaria rutina. Al contrario, todo el mundo parece estar contento, aunque le bajen el sueldo, le alarguen la jornada laboral y le alteren arbitrariamente los turnos o las vacaciones. En la liturgia de los nuevos tiempos, la oración más recitada es: ???Virgencia que me quede como estoy??? y a la pregunta: ???¿Qué tal???? le sucede matemáticamente un ???No me puedo quejar???.
Ni siquiera nos preocupan ya tanto la conciliación laboral y familiar o la ???calidad de vida??? esa ???delicatessen??? con la que nos solíamos llenar la boca. Entre otras razones, porque la crisis ha vuelto a consagrar la división del trabajo devolviendo a muchas mujeres al dominio del hogar.
Ahora padecemos un nuevo síndrome. Podríamos llamarle (provisionalmente, se admiten sugerencias) de ???Kunta Kinte???, el entrañable esclavo africano de aquella famosa serie televisiva ???Raíces??? que tanto nos conmovió al filo de los años ochenta.
¿Cómo es posible cambiar radicalmente la visión de la vida con el mismo trabajo, los mismos compañeros y compañeras, la misma familia, la misma hipoteca y las mismas malas noticias todos los días????
Se me ocurren tres argumentos. El primero, que las emociones son contagiosas. Vivimos en un ambiente de temor y, aunque parece que las cosas van mejor, aún no se le ve la salida a esta larga crisis. El miedo sigue siendo el sentimiento dominante.
Segundo, hemos descendido en la denominada jerarquía de Maslow. Este psicólogo representaba las necesidades humanas como una pirámide en cuya cima se encuentra el afán de autorrealización y en la cota más baja las necesidades fisiológicas (respiración, alimentación, descanso, sexo y homeostasis). Ambos niveles están separadas por otros tres intermedios: seguridad, afiliación o pertenencia y reconocimiento, este último ya cerca de la cúspide. Me da que hemos retrocedido de golpe dos o tres cotas.
En tercer lugar, las cosas son según cómo se las mire. Aplicar a la realidad una perspectiva diferente ayuda a transformarla radicalmente. Hoy se considera que todo es relativo. Estamos mejor o peor según con qué lo midamos o con quiénes nos comparemos.
Cuánta razón!! La reentré y me siento Kunta Kinte!
Cuánta razón!! La reentré y me siento Kunta Kinte!