Hace un tiempo quise hacer una columna refiriéndome precisamente a los deportistas precoces, aquellos que con muy temprana edad ya destacan en diversas actividades y logran deslumbrar al público, a la sociedad. Resultó interesante el reportaje que ‘Deia’ nos ofreció ayer a través del periodista Jon Larrauri. En alguna ocasión yo ya me había referido a Jessica Watson, que con 16 años daba la vuelta al mundo en una embarcación a vela. El colaborador del diario vasco puso más ejemplos: Riky Rubio, Freddy Adu, Jordan Romero, Jesse Martín, o Ming Kipa.
Larrauri afirmaba que algunos de ellos, especialmente los aventureros, habían superado las críticas adversas y contaban con el apoyo de sus progenitores, sin los cuales ninguno de sus objetivos hubiese tenido viabilidad.
Para llegar a lo que han sido estos deportistas o tantos otros, en su día, como los Muniain, Joseba Etxebarria, Nadia Comaneci, Hamilton, Nadal, Sharapova, etc… ha tenido que coexistir un proceso de formación con una disciplina educativa, aderezado todo ello con la propia “madurez” de esos jóvenes que han contado con una genética, pienso que, especial.
Hay personas a las que casi hay que poner freno a su ambición deportiva y enorme capacidad de progreso. Es palpable que hoy en día casi todo se controla de forma más pormenorizada. Se analiza y estudian los pasos a dar con cada deportista. En cualquier caso, Muniain debuta y triunfa con 16 años en 2010 y Fidel Uriarte lo hacía en los 60 de igual manera y sin casi método de trabajo. Ambos tienen y tenían lo que hay que tener para llegar a unas metas que para el resto de los mortales son inalcanzables.
La figura del entrenador adquiere suma importancia. A determinadas edades, la comunicación entre padres e hijos puede sufrir alguna que otra crisis. Aun en el mejor de los casos. Por tanto, el instructor deportivo jugará un papel determinante en la formación del joven.
Los grandes clubes, tanto de baloncesto y fútbol, cuentan desde hace ya mucho tiempo con sus psicólogos, pedagogos, o gabinetes de apoyo que complementarán y paliarán cualquier déficit del joven. En el caso de deportes individuales como el tenis, la gimnasia, la natación u otros, adquiere mayor grado de importancia la labor del entrenador. Si nos fijamos, en muchos de los casos, hay padres que se hacen impenitentes compañeros de viaje de sus vástagos, a los que acompañan por todo el mundo.
El deporte es indiscutiblemente muy importante, y más para todos estos jóvenes. No obstante es sólo una parte de una vida de la que no deben renunciar, porque el periodo de éxito será corto y a la conclusión del mismo habrían tenido ya que instruirse en la medida de sus posibilidades.
Hace pocas fechas se supo que la rumana Nadia Comaneci, una de las mejores gimnastas de todos los tiempos, sufrió el abuso de personas de su entorno. Eran otros tiempos también. Ahora es más difícil que eso ocurra. Nadia es hoy en día un icono de su país, tanto por los méritos contraídos deportivamente, como por su labor social una vez concluida su carrera como atleta.
Es por todo lo apuntado que a día de hoy nos podamos también congratular de iniciativas empresariales que están naciendo con el propósito de cubrir esas “lagunas” y que dirigen su labor a la formación extradeportiva de esos jóvenes que gozarán de una muy corta vida profesional. Más pronto que tarde estos proyectos de apoyo real irán quizás sustituyendo a la figura de la representación pura y dura con el único propósito de la mediación mercantilista. Esperemos que eso sea así.