Desempleadas y mal jubiladas

Gobierno, sindicatos estatales y partidos del arco parlamentario, a excepción de IU y otros grupos minoritarios, se han felicitado por la firma del acuerdo que retrasa la edad de jubilación hasta los 67 años y aumenta los años de cotización necesarios para alcanzar el cien por cien de la misma. Curiosamente, en las fotos de firma del acuerdo y demás celebraciones, no se han visto demasiadas mujeres. Parece como si el acuerdo se hubiera cocido entre hombres, a espaldas de ellas…

El acuerdo señala que los trabajadores/as que acrediten 38,5 años trabajados podrán jubilarse a los 65 años. Se calcula que están en condiciones de alcanzar ese record el 71% de los hombres y solo el 23% de las mujeres que trabajan actualmente. Por este lado, los hombres salen ganando.

Claro, este sistema pretende incentivar el trabajo regular y luchar contra la economía sumergida. Se pretende que el personal trabaje, y cotice como manda la ley. Sería estupendo que este noble  propósito se cumpliese también con las mujeres, lo cual exigiría que a las mujeres embarazadas no se les despida de su trabajo, que el Estado libere a la mujer del cuidado de los hijos mediante los oportunos servicios de guarderías infantiles y demás medios, y que el trabajo del hogar se repartiese de manera igualitaria entre el marido y la mujer. Pero al parecer nada de eso está previsto en el acuerdo que retrasa la edad de la jubilación ni en ningún lado.

O sea que no hay nada previsto para que la mujer se emplee en igualdad de condiciones con el hombre, sino todo lo contrario. Más aún, los últimos encuentros de los responsables del Pacto de Toledo abogan por apoyar decididamente a la mujer que desarrolle su vida laboral como ama de casa. Y, dicho sea de pasada, a uno se le ocurre preguntar que por qué no se apoya también a los hombres que deseasen dedicar su vida laboral a la profesión de amos de casa… Por qué solo se prevé esa eventualidad para las mujeres.

Eso sí, se preven incentivos y premios más bien de “consolación” para las mujeres que por quedar embarazadas o por tener que encerrarse en el hogar se vean forzadas, muy contra su voluntad, a ausentarse del mercado de trabajo. Porque cada vez resulta más evidente que la mujer de hoy no elige libre y gustosamente ser ama de casa, es forzada a aceptar este rol por las circunstancias de una sociedad que le niega el acceso a un puesto de trabajo.

A esas mujeres marginadas del mercado de trabajo, les quedará una pensión de viudedad cuando les falte el marido, pensión que por cierto perderán si el matrimonio se divorcia; por otra parte, conseguirán ayuditas cuando se quedan en casa, permisos de maternidad,  excedencias con reconocimiento de cotizaciones… El régimen matrimonial de gananciales les promete que todo será de los dos al 50%.

Incentivos que en todo caso serán netamente inferiores a los que obtendrían con un empleo permanente, y que desde luego no les permitirán alcanzar una renta suficiente para vivir independientemente cuando lleguen a la edad de jubilación. Total, el confinamiento de las mujeres en el hogar proporciona a las empresas hombres totalmente disponibles y, como únicos sustentadores del presupuesto familiar, absolutamente sumisos.

Seguimos con el sistema de familia con un sustentador masculino y una esposa dependiente. Porque así le conviene al sistema económico neoliberal del que disfrutamos. Y la mujer sigue fuera del mercado de trabajo, que tanto se enriquecería con su participación. Y la natalidad sigue bajo mínimos… Dicen que los países que impiden a la mujer el acceso al mercado de trabajo, como Alemania, Japón, Italia, España, registran las tasas más bajas de fecundidad del mundo. Y luego se lamentan de que en el futuro faltarán trabajadores para coger el relevo de los que se jubilen y cotizar a la Seguridad Social…

Honorio Cadarso es periodista