McFly ya se encuentra en el futuro y da
con uno de los evidentes avances de la ciencia
convertido en realidad. Ya puede deslizarse con
su monopatín por encima de las aguas,
algo que ha sucedido en estos días en
Durangaldea por parte de ciudadanos a quienes
entregamos nuestra confianza hace tan
sólo cinco meses y que no han querido
mojarse. ¡Maldito sea el invento!
Hay momentos a lo largo de nuestra vida
en los que siempre hemos querido ser otra
persona, aunque sólo por un
día. La ocasión la pintan calva
así que aprovechamos fechas como el
Carnaval o el día del disfraz en las
fiestas del pueblo.
Hombres y mujeres tomamos por asalto
elementos de cosmética y maquillaje.
Nos convertimos en indios, romanos, gheisas,
damiselas del rococó, marcianos o la
abeja Maya.
Con la oscuridad, respiramos,
transpiramos y poco a poco vamos perdiendo
el conocimiento al paso de las horas. Nuestras
córneas se van corrompiendo por los
malos humos y hacen brotar de sus
manantiales el fluido lagrimal que corre por
nuestras mejillas contaminándose a su
paso con toda la pintura que nos
habíamos aplicado en el rostro, para
ser otro.
Al despuntar el alba, justo en el mismo
instante en que no es noche pero
todavía tampoco día, y
nosotros no somos otro y tampoco el yo de
siempre, llegan los tutores, nos sacan unas
fotos y nos muestran los caretos que nos han
quedado. Así que, a aclararnos al
fregadero. Lo inundamos con coloretes de
formulación química
indescifrable y a tomar por el Fly, que luego a
la tarde quemamos a Patxikotxu y lanzamos
los fuegos artificiales.
Y colorín, colorado, este cuento se
ha acabado. Por este año.