Dossier No. 436

No era necesario preguntárselo
porque saltaba a la vista lo que opinaba sobre
lo que significa tener que sentarse en la
esquina de una calle con la gorra boca arriba
en el suelo.

???Es triste pedir pero más
triste es robar???, rezaba la consigna a
mis pies. Hay tres tristes tríos en las
dos aceras de la misma vía, una de las
más transitadas de la localidad.

Su mujer también hace la calle, a
otras horas. Le dejó porque él
se quedó sin trabajo y también
tenía que comer. Tal vez pronto se vea
obligada a acurrucarse junto a su
excompañero porque va a perder la
clientela. 

Algunos gobernantes no ven con buenos
ojos que existan personas que vendan su sexo.
Sin embargo no les importa que vendan su
cerebro, sus bíceps o su alma. Se
persigue al consumidor para evitar que
compre. Tampoco es de extrañar dada
la actual situación de nuestro poder
adquisitivo. Claro está que lo triste es
que nos roben.

Coincide que es sábado
carnavalero y me cruzo con una geisha, una
familia de pingüinos, un par de ositos
amorosos, una familia de gánsters y
también una banda de atracadores
pequeñajos con unas máscaras
propias de la ‘V de Vendetta’, aprendiendo el
oficio.

¿Más triste es robar?
Discrepo. Dillinger, Biggs, Bonnie &
Clyde, Al Capone se lo pasaban en grande
volviéndo loca a ???la
pasma???. Más o menos como
todos esos personajes que han salido a
disfrutar en estas fiestas, aunque sin sentirse
perseguidos.

No hablemos ya sobre lo que se han
divertido, a nuestra costa, la banda Bankia con
su jefe sonriente ante las cámaras
haciendo sonar una campana y manejando las
operaciones que ahora se denominan de
ingeniería económica. Y todo el
resto acudiendo prestos a su rescate, pensando
que eran atacados por los ladrones, cuando
resulta que los ladrones eran los que estaban
dentro jugando a la ruleta y manipulando los
números. 

La película se alarga y en
consecuencia también la alegría
y el alboroto. Cámaras persiguiendo a
los protagonistas hasta los juzgados y
subiéndose en vehículos
blindados para ir a sus mansiones, oyendo
gritar de cuando en cuando tras el
cinturón de seguridad:
???IngRATO, capullo queremos un hijo
tuyo???. Muy ameno.

Pero el súmmum del chiste, es
tratar de convencernos de que nuestra
obligación de apretarnos los cinturones
viene del préstamo que les hemos
hecho a los griegos para que, desagradecidos
ellos, dilapiden el dinero de manera infame.

Ha caído la tarde y se ilumina el
pueblo. De vuelta a casa, en una oscura
esquina con la farola fundida, noto que algo
ajeno y sólido me oprime la cintura: –
???Mueve las manos sólo para
sacar la cartera???-oigo. Al punto, me veo
rodeado de una cuadrilla de salteadores
menudos con las caras cubiertas por
pasamontañas. Uno de ellos se descubre
el rostro y me sonríe diciendo: –
???Tiíto Sugus, este fin de semana
no me has dado la paga???.

Caso cerrado.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.