Muchos padres y muchas madres, muchos educadores y educadoras se quejan de que una parte importante de la juventud carece de referencias morales, son indiferentes a la política, a la religión y, en materia de valores, prefieren los del mercado financiero.
Mercados financieros que ante el retroceso de las tradicionales voces autorizadas que dictaban el comportamiento moral -Estado, Iglesia, familia…- se están convirtiendo en los enunciadores casi únicos, o por lo menos principales. Mercados financieros que inducen al consumismo precoz y seducen para priorizar como valores predominantes la fama, la fortuna y la estética individual.
Además de todo lo anterior, últimamente, y más como consecuencia de la crisis global que nos afecta, quizás se esté hablando demasiado de la educación como medio para reconstruir el tejido económico, en lugar de hablar de ella como medio para la formación humana (intelectual, afectiva y social).
Evidentemente que la educación tiene importancia de cara a la economía; pero su finalidad no es abastecerla de técnicos y operarios que la ayuden a ser más productiva y a aumentar los beneficios excedentes.
Como señala Jesús Renau, educamos hombres y mujeres para que consigan niveles de libertad, felicidad, capacidades de relación, valores artísticos, morales y sociales, capacidades mentales… y no buenos robots funcionales, que rindan a modo de productores disciplinados y cegados por acumular curriculums y escalar a lugares importantes.
Hay que resituar el tema, otra vez. ¿Qué hemos de ofrecer a las nuevas generaciones? Sobre todo, llegar a ser personas responsables de sus derechos y deberes, y también de convertirse en emprendedores sociales y laborales. Personas rectas, honradas, de criterio, abiertas y constantes… no máquinas camufladas de persona humana.
Tenemos que superar una educación que intente marginar la formación de la persona porque piense que hablando inglés desde pequeños, y tecleando ordenadores continuamente, estos niños nos serán mucho más rentables, y nos asegurarán así el futuro de las pensiones.
El centro de toda escuela es el alumnado y no los posibles réditos y beneficios a obtener en el futuro.
Madres y padres, educadores y todos y todas cuantos se interesan y nos interesamos por la juventud, están y estamos siendo desafiados a dar una respuesta positiva a tales cuestiones, puesto que el porvenir está por hacer. Debemos vencer la inercia de quienes se obstinan en querer resolver los problemas del mañana con las recetas de ayer. Muchas cosas debemos conservar. Pero otras deben cambiarse. Y hay que atreverse.
Jose, el artículo de opinión puede ser pura demagogía (y puedo estar de acuerdo contigo). Sin embargo tu respuesta también es pura demagogia.
yo también estudié en Jesuitas y me encantan los valores que me inculcaron
Yo tb estudie en Jesuitas y no aprecie ningun trato discriminatorio en compensatoria. Ignoro cuales son tus problemas con los Jesuitas, asi como que el articulo se refiera exclusivamente a la educacion que desde sus centros se imparte. Yo solo les debo agradecimiento y respeto.
Que bonito mensaje. Espero que algun dia escribas sobre tu epoca de educador. Crees que lo hiciste bien? Te escribe un alumno que se paso un año en compensatoria metido en una clase que era un sotano para aislarnos mas. Asi educaban en Jesuitas.
El articulo es demagogia pura.