Efectos colaterales

Peio había llegado a sus 20 años, y decidió que era hora de ver mundo, cargó su mochila, tomó su bastón de correcaminos y su billete de avión y se fue por las Américas a la buena de Dios. Las recorrió de punta a punta, de cabo a rabo, islas y continente, Buenos Aires, Los Angeles… el Amazonas, Río Grande…Y volvió. Pero a la vuelta eran tres: Peio, Susan y la pequeña Sorkunde. !Efectos colaterales!

Jasone y Andoni se lo montaron en pareja, hicieron las Américas, Australia, Hong-Kong y algo de la China, la India… Africa lo dejaron para una segunda aventura, porque Africa es mucho más complicada y carece de estructuras mínimas para acoger a viajeros. “Pero un día haremos Africa” aseguró la viajera.

“Vas por esos caminos del planeta, y te encuentras montones de jóvenes como nosotros que se lanzan a recorrer el mundo, que deciden que antes de enrollarse en una vida de trabajo, de formar un hogar, de seguir los caminos trillados, conviene saber en qué mundo vivimos, conocer gentes y países, volar en libertad como aves migratorias”, comentó Jasone.

Tanto Peio, como Jasone y Andoni, viajaron en plan barato, apurando hasta el céntimo, ahorrando en alimentación y hospedajes y en transportes; mejor en la fonda del pueblo que en el hotel, mejor en bici que en autobús, mejor en tren chú-chú que en primera clase… 

Es decir, que en el resto de Europa, en todos los países desarrollados, lo de hacerse un viaje alrededor del mundo como fin de fiesta de la juventud y prólogo de una vida en regla, con tu trabajito, tu pisito, tu hipoteca y tu utilitario, tu boda, tu niño y quizá hasta la parejita, está de moda. “Los vascos que nos embarcamos en estas aventuras somos minoría, es más fácil encontrarnos por ahí a suecos, holandeses, ingleses o de cualquier otro país”, comentó nuevamente Jasone.

Y vas por esos mundos de Dios, y aprecias la simpatía de las gentes del Extremo Oriente, chinos, vietnamitas, birmanos… y te sobrecoges ante la miseria en que viven los parias de la India, y la profunda religiosidad con que adoran a sus ríos sagrados, y su sonrisa.

Y subes al Machu Pichu, conectas en directo con una cultura desaparecida de hace miles de años, con unos ritos que todavía perduran… y te pones tú mismo en actitud de adoración, y la emoción del encuentro con nuestro pasado te inunda los ojos de lágrimas.

Y vuelves a casa, y no es que seas diferente de cuando saliste, pero te das más cuenta de lo que tienes, de tu propio ser y cultura como pueblo, y sientes hacia los otros un mayor respeto, una mayor estima. Y tomas conciencia de lo bonito que puede ser vivir en armonía todos los pueblos de la tierra, generar aquí y allá lugares para encontrarse, para dialogar, para conocernos ellos a nosotros y nosotros a ellos, para desactivar tantos detonadores de tantos explosivos de tantas guerras sin sentido.

Lo de Peio que volvió con Susan y Sorkunde, ocurrió fuera de programa, fue un calentón quizá, un amor inesperado. Ahora Susan hace el aprendizaje de nuestra cultura y nuestro modo de ser, y la pequeña Sorkunde aprende a ser habitante y ciudadana de dos contimentes diferentes.

Pero lo de Peio, Susan y Sorkunde, y lo de Jasone y Andoni, valió la pena, ya nos habría gustado vivir una experiencia así  a tantos “carrozas” de tiempos pasados. 

Honorio Cadarso es periodista