El comunista razonable

Santiago Carrillo, protagonista destacado de una Transición democrática para unos feliz, para otros desafortunada, nos ha dejado, tras de una secuencia ajetreada de luchas, exilio, y con una trayectoria política que empezó en el PSOE, siguió por mucho tiempo en la dirección del PCE, y ha terminado donde empezó, otra vez en el PSOE.

Se le vió por los años 70, secretario general del PCE, en un cotillón de exiliados españoles en una Nochevieja, en París, en plan pobre, rodeado de exiliados de poco pelo como él. Y en una primavera en un mitín del PCE compartiendo tribuna de oradores con la Pasionaria, con el padrino de aquel mitín, el legendario comunista Jacques Duclos.

Se le vió tras la muerte de Franco saliendo de las alcantarillas de Madrid en dibujos de humoristas, clandestino pero menos… organizando la Transición democrática… Se le vió haciendo frente al teniente coronel Tejero en las Cortes, dignamente sentado y erguido en su sillón de diputado, él solo, mientras los demás diputados se escondían, y Gutiérrez Mellado intentaba poner firme al teniente coronel sublevado. Cordial, sencillo, asequible, dialogante, al estilo del asturiano más auténtico que llevaba dentro.

Para entonces traía en su haber dos años de cárcel entre 1934 y 1936, puestos de dirección en la Guerra Civil desde 1936 hasta 1939, y un largo exilio desde 1939 hasta 1970. 

En 1960, tras asumir la Secretaría del PCE, alumbra la fórmula del Eurocomunismo, como vía democrática hacia el socialismo, condena la invasión de Checoslovaquia y organiza la junta democrática que intenta un frente común de grupos democráticos para derrotar al franquismo. Estos cambios en la línea política del PCE y su distanciamiento de la Unión Soviética dan lugar a un tsunami dentro de su partido, del que se separan diferentes grupos o personajes de relieve como Semprún o Claudín, o Líster.

Tras la legalización del PCE el 9 de abril de 1977, los comunistas alcanzan hasta 23 diputados en las Cortes, para iniciar después una larga caída hacia la nada. En 1982 es destituído de la secretaría general del partido y emprende su vuelta hacia el PSOE, al que se afiliará hacia 1985.

Difícilmente podremos encontrar en los ‘mass media’ ningún comentario “políticamente incorrecto” en torno a su persona y su presencia en la política. Todo el mundo reconoce que su aportación a la superación de la dictadura franquista y la consiguiente Transición democrática fue definitiva y primordial, y que a él hay que apuntarle en buena parte tanto los valores positivos como las deficiencias de aquel proceso. A él y a los 200.000 militantes con los que contaba en aquel momento el PCE.

En definitiva, Santiago Carrillo es, digamos, la versión española de la liquidación del comunismo a escala mundial. Después de Stalin fue Kruschev, después Gorbachov y su perestroika, después Yeltsin, después Putin… Santiago Carrillo representa a nivel peninsular la liquidación de los ideales comunistas y su sustitución por el compromiso PSOE y el bipartidismo PSOE-PP, que convive sin demasiados remordimientos con la crisis económica y la dictadura de los mercados…

Eso sí, nuestro gran personaje político del siglo, que ha cubierto la etapa 1915 hasta este 2012, no tiene pelos en la lengua para profetizar que “el capitalismo es capaz de hacer desaparecer la especie humana”. Porque el final de todas las historias que certifican la desaparición de las ideologías comunistas en el planeta desemboca en un “desorden económico-financiero”, en un capitalismo sin freno que nos lleva quizá al agotamiento del planeta y la desaparición de la especie humana.

Descanse en paz, don Santiago, intentaremos evitar el desastre que nos amenaza.

Honorio Cadarso es periodista