¡Qué difícil es hablar de otra cosa durante esta semana! Pero es que, cada día, nos encontramos con una novedad, cada cual más chusca, en el archiconocido “Caso Bárcenas”, que termina de ponernos los pelos en punta, y que confirma que España es un país “de pandereta” (con todos mis respetos hacia este noble instrumento musical).
Y dentro de este film, entre cine de terror y tragicomedia, que nos está ofreciendo el Partido Popular, brilla como rutilante estrella una protagonista que eclipsa al mismísimo Mariano Rajoy: Ana Mato, Ministra de una Sanidad que reparte recortes a diestro y siniestro, armada de un taco de recetas cada vez más caras.
Vale. Lo reconozco. He hecho un poco de trampa, porque a la señora ministra parece afectarle (a través de su entonces esposo) alguno de los tentáculos de la trama Gürtell, y realmente, no parece que su nombre aparezca como destacada perceptora de posibles sobres llenos de dinero de cuestionable procedencia.
No me digan que no es alucinante. Mientras el que fuera alcalde de Pozuelo de Alarcón (Jesús Sepúlveda) amasaba un verdadero fortunón, no se sabe a través de qué medios, la despistada Mato renegaba de él al manifestar públicamente que no mantenía ninguna relación dicho señor. Pero resulta que, a través de la Agencia Tributaria se ha podido saber, según he leído en otros medios, que seguía casada con el susodicho, además, ¡en régimen de gananciales!
¡Vaya! Si no recordaba ese pequeño detalle, ¿cómo iba a recordar quién pagaba las fastuosas celebraciones de sus hijos con miles de euros gastados en globos de por medio? Pobrecilla, afectada, tan joven, por la falta de memoria (aunque a lo mejor es un asombroso caso de mujer con memoria selectiva).
Cierto que no se la puede culpar de las andanzas de su exmarido. Pero tal vez sí (al menos un poquito), de haberse aprovechado ignorantemente de los pingües beneficios que aquellas reportaban al consorcio conyugal. No sé si habrán liquidado su sociedad de gananciales, pero, al tiempo de hacerlo, seguro que habían atesorado algún que otro eurillo.
Permítanme que, antes de terminar, no me olvide de citar a otra chica del Partido Popular que se ha convertido en estrella, por mor un inoportuno accidente o, al menos, por cierta falta de previsión.
Me refiero a Beatriz Viana, directora de Hacienda, ni más ni menos, que creyéndose a salvo de la amplificación de los micrófonos, mascullaba en voz baja, durante una rueda de prensa en la que fue interrogada acerca de los monotemáticos dineros de Bárcenas, que “¡No sé ni lo que he dicho!”. ¡Qué crack!