El partido de los rescatados

España, Italia y Portugal. Sólo faltaba Grecia. Y fíjense por dónde, de no ser por el rodillo germánico y para alegría de la Gran Jefa Merkel, también los helenos se hubiesen colado en las semifinales de la Eurocopa.

Vaya, que si la vida en vez de sueño, fuese fútbol, los desheredados de Eurozona en lugar de mendigar las migajas de la mesa de alemanes y franceses, ocuparían los más lustrosos tronos de mármol y alabastro del continente.

Paradojas de la vida. España e Italia, precisamente la misma semana en la que han hincado oficialmente la rodilla, han sucumbido a la presión de los mercados y han pedido “sopitas” y millones de euros a mansalva con los que sanear sus maltrechas economías y, especialmente, su desahuciado entramado de entidades de crédito, van y dan una lección de fútbol al equipo del gallo y al bloque germano, colándose en la finalísima del evento futbolístico del año.

Aunque quizá no sea paradójico sino lógico. Porque hay prioridades. Y para los ibéricos (porque los portugueses no van a la zaga de sus vecinos del este) y los transalpinos, el balompié y el calcio son algo más que un juego. Son, casi, religión. Que está mejor visto escatimar, no sé, por ejemplo, servicios sociales de base, que reclamar a un club de élite en concurso de acreedores, el pago de los créditos que la Hacienda Pública ostenta frente a él.

De hecho, más del noventa por ciento de las entidades deportivas europeas en situación concursal, son clubes que participan en ligas profesionales españolas. Por algo será. Tal vez porque los mecanismos de control implantados en el Reino, no funcionan. No sólo en el mundo del deporte; tampoco en el financiero, ni, si me apuran, en ningún otro. Y eso que el fútbol era un activo de interés general, según lo dijo Álvarez Cascos hace muchos años cuando ocupaba un flamante ministerio.

El caso es que el eje mediterráneo, ese de los tópicos chuscos, el de los alcornoques, los toros, los gondoleros, el sirtaki, el aceite, el vino, la pizza, el sol y las playas y la deliberada falta de laboriosidad, no ha tenido otra opción que declararse en bancarrota.

Pero su orgullo ha emergido en forma de gesta futbolística. Otra más. Y lo ha hecho para momentáneo regocijo de las grandes masas.

Es un tema recurrente. Lo sé. Tanto, que no deja de ser un clásico, incluso en el sentido estricto del término. No en vano, hace dos mil quinientos años, los juegos y deportes ya ocupaban un lugar de privilegio en el acervo cultural de la región y forman parte importante de nuestra vida desde entonces.

Y desde luego, no es malo que así sea. Al menos, siempre que la borrachera de adrenalina no se convierta en algo así como una cortina de humo tras la que se oculten los problemas sociales reales, y no menos relevantes, que nos esperan a la vuelta de la esquina.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango