Fardo

A) Los ingredientes: un par de tazas de inodoro, un bidé y una bañera.

B) Los personajes: Erik, el carnicero, los vecinos, y la fontanera.

1. Concibiendo el plan.

Erik salía de la librería con una novedad que llevaba por título “Jesucristo bebía cerveza” del escritor Alfonso Cruz. Dada su afición a la lectura, llevaba varios meses tras la obra definitiva. Algo que le resolviera su miserable y rastrera existencia. La panacea, vamos.

Diez pasos al frente para encontrarse a Raúl el carnicero ante la puerta de su establecimiento, que platicaba en tono distendido con la fontanera Mariam.

-Vamos “pa” dentro que tienes que venderme algo de carne. De inmediato, dirigiéndose a ella-Y tú no te marches que tengo también un asunto para ti- indicó Erik.

-Tu dirás lo que te apetece hoy-respondió Raúl.

-Me llevaré ¼ de “picao” pero quiero ver cómo lo haces delante de mí. No me des algo que ya tienes preparado.

Al bibliófilo le brillaban los ojos cuando se puso en marcha la máquina y comenzó a salir la carne como a borbotones: -Un poco escaso el aparato ese para picar ¿no?

-Suficiente para preparar y vender lo de la jornada- contestó el carnicero.

-Bueno, ¿y yo qué pinto en todo esto?- reclamó la fontanera.

-Enseguida te cuento- le replicó Erik. Pagó la compra y le comentó:-He decidido renovar los baños y quiero que me aconsejes en la compra y me hagas el trabajo un día de éstos.

Mira por favor fechas que tengas libres y concretamos, y ahora ya puedes continuar tu cháchara con tu “socio”. Os dejo.

Así que, calle abajo, con “Jesucristo…” en una mano y un envoltorio con carne picada en la otra, Erik se dirigió hacia su domicilio.

Cuando Mariam le llamó para concertar una primera cita y preparar el presupuesto, Erik le remarcó:-Puedes traerte a tu amigo el carnicero si quieres, os invito a comer en mi casa.

Todo quedó bien atado durante la sobremesa de aquél domingo de abril.

2. La ejecución.

Siete días después, la fontanera había realizado ya su trabajo y Erik salió del portal acarreando un pesado fardo sobre sus hombros. Fue uno de sus vecinos, Felipe, quien le abrió la puerta:

-Andas fino estos días.

-Ya ves, me he metido en faena para modernizar un poco el piso y ando sacando escombro. He puesto un hidromasaje y renovado los inodoros. Hay que aprovechar las fiestas para currar un poquito.

-Y aún me queda otro- terminó Erik, refiriéndose a su pesada carga.

Raúl le había prestado la llave de su comercio, sin preguntas, así que se pasó toda la mañana ensimismado en su faena como un maníaco obsesivo.

Durante la Semana de Pascua, a la entrada de Otxandio junto a la ermita de San Antonio, aparecieron un par de tazas de váter, un bidé y una bañera, llenos de tierra a modo de jardineras, cada uno con una indicación diferente en función de la planta que se presumía cultivar.

3. Conclusión.

-Se habrán ido de vacaciones para una temporada- comentaron en el barrio, aunque en multitud de ocasiones el cotilleo más frecuente era tratar de averiguar de qué vivían.

Lo cierto fue que transcurrieron los días, las semanas… y faltaban la ninfómana Cloti y el andrómano Borja que ocupaban el tercer piso y se pasaban el día viendo películas porno y “zumbando” con unos alaridos y unos jadeos realmente salvajes.

Erik podía ahora leer tranquilo después de cenar hasta bien entrada la madrugada. En mayo tenía entre sus manos una entretenida novela llena de personajes especiales y raros que habitaban en una pequeña aldea portuguesa. 240 páginas que a buen seguro le dará tiempo de degustar antes de que el C.S.I. Anbotopeko comience a atar cabos.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.