Patxi ronda ya la cuarentena. No tiene familia, tampoco tiene trabajo. De vez en cuando se larga a Francia a trabajar en la recogida de fruta, o en cualquier trabajo que le ofrezcan.
Pero a Patxi le tira su Euskadi maitea, como si tuviese raíces en su “Aberri”.
Me contó el otro día que le salió un trabajo cerca de su casa en un municipio de unos 30.000 habitantes, que desde la Transición viene siendo gobernado por el mismo partido político. !Un chollo! Tendría que estar 20 días en la oficina de un polideportivo municipal, y seguido pasaría por más de cuatro meses a otro polideportivo.
Patxi aceptó encantado. A su edad, encontrar un trabajo así es como si a un cristiano se le apareciese la Virgen de los Desamparados… Cuando llevaba ya los 15 días en su nuevo trabajo, comenzó a inquietarse por el contrato que no acababan de hacerle.
Y entonces lo bajaron de la nube y del sueño bonito en que vivía.
“El caso es, Patxi, que hemos encontrado otro que le interesa este puesto, y se lo van a dar a él”, le dijeron.
“Claro, yo no soy del partido que gobierna este Ayuntamiento” me explicó, “ni tengo ningún pariente con vara alta entre los que lo gobiernan; y aquí siempre pasa lo mismo, los puestos se adjudican a dedo a los amigos, los compañeros de partido. o los parientes”.
Patxi ha decidido que no buscará más un trabajo en su “Aberri maitea”; él quiere a su Aberri maitea, por supuesto. Pero en Francia tiene lo que aquí no tendrá nunca. Un salario digno, un trabajo seguro, unos derechos protegidos por la ley y respetados religiosamente por todos los franceses. Hasta los andaluces que han ido a la vendimia en aquellos tiempos cobran hoy la parte de la jubilación correspondiente a los días, meses o años trabajados como obreros agrícolas temporales.
“En Francia, el trabajador es una persona, tiene sus derechos inalienables” comentó Patxi.”Aquí la precariedad y los salarios de miseria están a la orden del día, y no hay tribunales ni empresarios que velen por nuestros derechos. ¿Quién me va a dar trabajo a mí con mis cuarenta pasados? No estoy dispuesto a mendigar a nadie lo que me pertenece por mi condición de ciudadano de este país”.
Es verdad, Patxi. En Francia hubo una revolución francesa, unas luchas obreras a lo largo de más de dos siglos. Aquí solo hemos tenido una guerra civil que perdieron los trabajadores y ganó el gran capital. Ahí está la diferencia, Patxi.
Tú seguirás adorando a tu Euskadi maitea. Pero si quieres trabajar y vivir de tu trabajo, haces bien en buscarte la vida más allá del Pirineo.
La triste realidad nos enseña que uno no es de donde nace sino de donde pace y todo lo demas son amores platonicos o apegos irracionales.