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Homunismo

Federica Montseny

Hace unas fechas y a través de este
mismo foro, una concejala del Ayuntamiento
de Durango preguntaba si éramos feministas.
No tengo muy claro si se dirigía a todas las
personas que le leen o solamente a las
mujeres.

Después de casi treinta
años me reafirmo en la idea de que por muy
feministas que sean las mujeres no
conseguirán cambiar el estado de las cosas sin
la concienciación, colaboración y aportaciones
de los hombres.

No formo parte
de grupo feminista alguno y únicamente tengo
una somera idea de quienes pudieron ser Clara
Campoamor o Aspasia de Mileto. Mis simpatías
siempre se inclinaron más por Federica
Montseny, primera mujer ministro en la
historia del Estado Español, de quien
recomiendo se conozca la labor que realizó.

Es lógico que frente al machismo
dominante surja un movimiento feminista de
oposición que sirva para denunciar los
desmanes y las injusticias, luchando por unos
derechos y oportunidades iguales, cuya no
existencia actual se debe al sistema,
evidentemente.

Y al igual que,
como afirmaba en uno de mis anteriores
artículos, los colores no definen la condición
sexual de la gente, el sexo no determina la
condición social de las personas. Pura teoría
hasta el momento, ya que por mucho que nos
empeñemos en afirmar que vivimos en una
democracia, nos queda un largo trecho que
recorrer.

Lejos de otras
consideraciones como votar, participar, decidir,
o tener libertad de asociación o sindicato, la
actual situación de la mujer es producto de una
absoluta falta de cultura democrática.

Aceptando que el diagnóstico de la
diferencia de sexo es el origen de la situación
actual que lamentablemente se sigue
perpetuando en el tiempo, tendríamos que
preguntarnos si la pedagogía que se está
aplicando en este tema es la correcta.
Necesitamos pues, valorar los entornos en los
que la misma se lleva a cabo, quizás más
inconsciente que conscientemente en el
entorno familiar, en el ámbito socio-cultural y
antropológico, en el grupo de amistades, en
las instituciones escolares, en los programas
de salud pública y también a través de los
medios de comunicación cuya influencia es hoy
en día abrumadora. Se debe enseñar que los
niños y niñas reconozcan, valoren y respeten
su propio cuerpo y el de sus semejantes, sean
del sexo masculino, femenino o neutro. Esto
conllevaría a que todas las personas
aprendamos y asumamos también las
diferencias, tanto físicas como psíquicas entre
sexos, que en ningún momento pueden
convertirse en condicionantes sociales, ya que
las mismas no son ni presumible ni
manifiestamente índicadoras de superioridad
de un@s sobre otr@s.

Feminista o
no, cualquier persona que se precie de
considerarse como tal, sea varón, mujer o
hermafrodita, tendría que abogar y trabajar
por una sociedad paritaria, es decir,
democrática.

La Historia ha sufrido importantes
seísmos: de la Edad Media se pasó al
feudalismo y de ahí al Renacimiento, y luego a
las revoluciones industrial y política. Estamos
en un momento crítico, del que lo mejor que
se puede esperar es que se produzca el
nacimiento de una nueva época en la que se
recuperen los rasgos y determinados valores
del humanismo, adaptados al siglo XXI,
lógicamente. Algo que yo he definido como
homunismo.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.

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