Vivimos en una sociedad en la que a veces parece que sólo existe una ideología: la de la intolerancia. Sus principios están basados en el rechazo a toda aquella persona, no ya que piense distinto de mí (¡Ojalá fuésemos capaces de discurrir un poco más!) sino que discrepe de los mandatos en los que yo he sido adoctrinada.
Es triste pero es así. Lo vemos todos los días. Somos ases en rendimiento académico, en producción y consumo tecnológico, en fabricación de productos??? Y nos cuesta horrores compartir, integrar y respetar ideas.
Está comprobado que la rémora de 40 años de fascismo y sus precedentes no pueden ser contrarrestados con décadas de democracia. Y es que en realidad la transición, en la que todavía estamos inmersxs, ha cambiado algo las formas, pero el fondo sigue siendo el mismo.
La mayoría de colegios, por ejemplo, mantienen en sus aulas las mismas estructuras, incluso idéntica arquitectura, que hace cincuenta años, y las asignaturas similares contenidos. Sí, medio siglo es poco tiempo para remover creencias seculares.
Esta semana hemos conocido que un niño de 12 años ha tenido que cambiar de colegio en Plentzia porque era acosado por sus compañeros. Entre los ataques que recibía abundaban las expresiones homófobas. Esos ???compañeros??? llegaron a seguirle hasta su nuevo centro para continuar mofándose de él.
Ser homosexual o simplemente parecerlo ha sido siempre difícil en nuestra sociedad, por mucho que nos hayamos dotado de normas que protegen la libertad sexual. En muchos países supone la pena capital.
En nuestra sociedad, el nacional-catolicismo rampante trata de retroceder a sus tiempos gloriosos. Y cuenta para ello con la inestimable ayuda del ministro de Educación. Wert quiere suprimir la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que normalizaba las opciones sexuales secularmente estigmatizadas, y blindar la de Religión (ya sabemos lo que preconiza el Vaticano sobre este tema).
La libertad afectivo-sexual es un derecho humano, pero al parecer muy difícil de garantizar. Allí donde las personas son más vulnerables y deben ser educadxs tampoco está protegida.
Un estudio publicado en septiembre por los colectivos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales COGAM Y FELGTB ofrece conclusiones inquietantes. Señala, por ejemplo, que el acoso escolar por homofobia es un fenómeno que se extiende por los centros educativos del Estado, que el profesorado ???generalmente lo tolera??? y que las situaciones que provoca entrañan un elevado riesgo de suicidio.
Habrá quien se pregunte por qué hay gente a la que le cuesta tanto respetar opciones diferentes a la suya. Una de las claves reside en cómo está configurado nuestro pensamiento.
La cultura occidental está dominada por la lógica binaria y excluyente: bueno/malo; blanco/negro. Esta forma de razonamiento ha posibilitado los avances científicos pero también presenta grandes inconvenientes: conduce al maniqueísmo con derivas tan peligrosas como el fanatismo y la exclusión.
La alternativa es el pensamiento sistémico o la síntesis de contrarios en una realidad nueva que integre a todos sus componentes. Este método facilita la conjunción de ideas y posibilita las sinergias, de las que se obtiene más que la suma de las partes.
En el caso que nos ocupa, homosexualidad y bisexualidad no se oponen a heterosexualidad, sino que la complementan. Ofrecen un abanico más amplio de modelos de relación e incluso la posibilidad de moverse de una opción a otra. ¿Qué tiene esto de malo?
Pues sólo una cosa: salirse del orden establecido amenaza al propio orden. Por eso, lxs vigilantes del sistema se encargan de que todo siga igual generación tras generación. Aunque por el camino haya que sacrificar a algunxs inocentes.