La noche era fría a las 9, el personal volvía a casa, al calor de la calefacción y el sofá de la sala de estar. En los soportales de una cualquiera de nuestra calles del Alto Ibaizabal, como un pulpo en un garaje. por no se sabe qué error o circunstancia inexplicable, monsieur le clochard, acostumbrado a dormir en l¨Ile de la Cité, bajo las campanas de Notre Dame de París, se había instalado sobre un colchón de cartones, arropado en una manta con sus colores un tanto desvaídos por la suciedad.
Como era de esperar, estaba escoltado en aquel momento por dos números de la policía municipal, que esperaban órdenes de arriba para buscar una solución al “monsieur”.
Pero el diálogo resultaba harto difícil, el “monsieur” no sabía castellano, los municipales no sabían francés. Y apareció un intérprete que pasaba por allí.
El quería a toda costa dormir en aquellos soportales, sobre sus cartones y bajo su manta descolorida; sin complejos, a cara descubierta, mostraba a los que le rodeaban su paquete de droga y su estado “grogui”.
La administración tiene previsto un remedio para situaciones como la de aquella noche de aquel día; los municipales sabían que Durango cuenta con un edificio abierto a todos los “sin techo” para que puedan dormir a cubierto, y que habría que encaminarlo al refugio señalado.
Pero el monsieur no quería moverse de allí. O no tenía fuerzas… En sus manos había una tarjeta “barik” que le habían dado de la Asistenca social del municipio, donde le habían dicho que se desplazase a dormir a Durango.
Unos minutos más tarde se personó una Asistenta social para repetirle que debía coger el autobús hasta Durango.
¿Que cómo acaba la historia? Cabe suponer que todo terminó como estaba previsto, y que el clochard francés seguirá rodando por esos mundos de Dios con su cajetilla de coca o de lo que sea en el bolsillo, de refugio en refugio, de tarjeta barik en tarjeta barik, de soportal en soportal.
Pero de todos modos, da un poco de vértigo mirar hacia los bajos fondos de esta sociedad que fabrica drogadictos, desesperados de la vida, personas que malviven y peor duermen a la intemperie…