La avispa asiática

“Euskadi trata de frenar a la avispa asiática”. Leo el pasado domingo este titular en dos periódicos de gran tirada de nuestro ámbito y una asociación libre de ideas me sugiere que quizás aquí hayamos encontrado la forma de contrarrestar la creciente influencia china en el mundo. Pero examino el contenido del reportaje y me encuentro con que el enunciado no es metafórico: existe una gran preocupación en nuestro entorno por la llegada de ese insecto oriental, que se adapta perfectamente a nuestro clima y se alimenta principalmente de abejas.

Dicen que Einstein aseguró que, si la abeja desapareciera del planeta, a la humanidad le quedarían cuatro años de vida. Los justos para preparar la mudanza al otro barrio, añado yo. ¿Será un paralelismo con lo que nos puede ocurrir, pobres occidentales, si los chinos conquistan el mundo, como van camino de hacer silenciosamente a base de apoderarse de los sectores estratégicos de todos los continentes?

No me gustaría pecar de pesimista, pero reparemos en que la avispa asiática viajó a Europa agazapada en un objeto de loza. Quizá porcelana china. Desembarcó en Burdeos, desde donde ha empezado a extenderse por todo el continente.

Y Francia sigue siendo el epicentro. Allí los servicios secretos estatales han descubierto que, en el robo de secretos industriales a Renault, todo apunta al “gigante asiático”, que al parecer destina cantidades industriales de dinero a sobornar a altos ejecutivos de empresas punteras.

EE UU recurrió a las armas para conquistar el mundo. China, al talonario. Así lo acabamos de comprobar nuevamente hace una semana en Madrid, donde los más altos dignatarios del Estado han extendido la alfombra roja al señor Li Keqiang . El viceprimerministro del Consejo de Estado de la República Popular China venía de rebajas, no a los grandes almacenes, sino a comprar deuda y a su marcha prometió seguir haciéndolo, en temporada de saldos o fuera de ella.

Todo el mundo se ha lanzado a aplaudir el gesto y las gestiones diplomáticas que lo han precedido. Y, cómo no, cualquier solución está bien con tal de aminorar los perjuicios de la crisis. Pero ¿alguien se ha parado a calcular las consecuencias? Insisto en que no quiero sonar aguafiestas, pero China no dará nada gratis.

Sus representantes han venido a Madrid, como lo han hecho a EE UU y a otros países, porque han encontrado algo de su interés. La visita estuvo precedida de un artículo en ‘El País’ de Li Keqiang, en el que señalaba a la informática, el turismo, los servicios bancarios, la energía renovable y la agricultura moderna como sectores en los que considera al Estado “líder mundial” (¿…?) Más bien, es posible que sean esas las esferas en las que le interesa intervenir en un futuro no muy lejano.

En un ejercicio de imaginación intuitiva, ya vislumbro un horizonte laboral con jornadas de diez horas diarias, arroz cada día en el almuerzo y esos salarios sin primas ni complementos a los que ya ha abierto camino la recién estrenada reforma laboral.

El Olentzero me ha traído el libro ‘Independencia, de reivindicación histórica a necesidad económica’, de Nekane Jurado. Promete y mucho. En cuanto me dé tiempo a leerlo, seguimos elucubrando. Y que conste que no tengo nada contra los chinos. Los occidentales hicimos antes con ellos lo mismo.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia