Para que las empresas, instituciones y organizaciones varias funcionen bien, es necesario que alguien o algunos las dirijan. Es un principio válido para todos, que se aplica incluso en las organizaciones anarquistas.
Pues bien, en estas semanas de fuerte ruido mediático en lo político, en lo social y en lo económico -transferencias, presupuestos, declaraciones acerca de la pacificación, cambios ministeriales, conductas impresentables…- , nuestros líderes políticos están siendo expuestos, si cabe aún más, ante la opinión pública para ser evaluados por ésta, acerca de sus capacidades para dirigir y para generar confianza y consenso.
Cuando las cosas van bien aquí, en Euskadi y en Sebastopol, casi todos valen; cuando van mal, sólo los auténticos líderes emergen entre el desconcierto, el desánimo y el descrédito.
Esta crisis es la crisis, también, del modelo de liderazgo carismático, como bien sostiene el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí quien señala que “los líderes confiados, casi en exclusiva, en su buena estrella, son los que tienen más problemas. No es la habilidad estética, retórica o gestual el elemento clave, es la ejemplaridad del comportamiento individual lo que se convierte en la prueba definitiva de la credibilidad del político”.
La complejidad es enorme y sólo un liderazgo paciente, humilde, constante, puede recoser los desgarros sociales y económicos que se están produciendo. Y, sobre todo, puede exigir al conjunto de la sociedad sacrificios, esfuerzos y recortes. Los ciudadanos reclamamos líderes tenaces, incansables; no gestores a tiempo parcial.
“Hoy más que nunca”, sigue añadiendo Gutierrez-Rubí, “cuando el liderazgo se mide por su capacidad de generar confianza colectiva y no únicamente por la capacidad individual de determinadas habilidades directivas, comunicativas o relacionales, se impone un nuevo modelo ético, moral, de corte austero, auténtico y ejemplar. Capaz de convencer más por su credibilidad que por su locuacidad”.
Es tiempo de líderes con valores -“yo alguno conozco muy bien y desde muy cerca”-, pues en el contexto actual, el mesianismo político como solución adormece a las sociedades, favorece los autoritarismos e inhibe la responsabilidad colectiva, sin la cual no hay salida sostenible.
Es tiempo, también, de equipos, de métodos y de esfuerzos compartidos. Hay hambre de líderes, queremos algo nuevo y, al mismo tiempo, algo seguro. Quien encuentre la combinación se llevará algo más preciado que el afecto o el voto de los ciudadanos: su confianza.
Isidoro, suscribo lo que has escrito al 100×100. Creo que la parte de la sociedad no anestesiada hemos corroborado estos últimos días lo que ya conocíamos. Ahora hace falta que ese espíritu de liderazgo paciente, humilde y constante del que hablas cale profundo y llegue a esas capas tan estancas, oscuras y prepotentes que tanto abundan por estos mares.