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La descalificación como recurso

Las tendencias de la crítica social y política cambian con los tiempos, como las modas. En estos tiempos, en que el dominio de los medios audiovisuales nos impone la ley de la sensación por encima de la ley de la reflexión, la crítica, en especial la política, ha optado por el recurso de la descalificación, un recurso de frecuente utilización del que tampoco estamos libres en ???durangon.com???.

La descalificación trata de evitar entrar en la valoración de los hechos o de las propuestas. Se limita a emitir una sentencia de aprobación o condena desde las propias posiciones políticas o ideológicas. Evitamos el trabajo de la información y reflexión,y evitamos el debate para descalificar al adversario y dar por buenas solamente las palabras y actuaciones de los políticos afines.

Esa forma de pretender anular al adversario por la simple descalificación responde a veces a una cierta comodidad y también con frecuencia a una mal entendida fidelidad al colectivo de pertenencia o de nuestras simpatías. Pero sobre todo la cultura de la descalificación está ligada a la pobreza de argumentos y a la incapacidad de exponer con claridad los propios puntos de vista. Y lo peor es comprobar que la cultura de la descalificación se extiende desde el más humilde simpatizante o militante hasta el ministro de más altos vuelos.

La  confrontación política no debe ser el espacio adecuado para la crispación, la virulencia, la descalificación o el insulto. Como escribió Schopenhauer: ???Quien insulta pone de manifiesto que no tiene nada sustancial que oponerle al otro, ya que de lo contrario lo invocaría como premisas, y dejaría que el auditorio extrajera su propia conclusión. En lugar de ello, proporciona la conclusión y queda debiendo las premisas???.

Vivimos en campaña electoral permanente, intentando atraer al elector a base de políticas a codazos y de crispación, una táctica que puede producir dividendos a corto plazo, pero que a medio y largo plazos supone un auténtico cáncer para el sistema democrático. La democracia se sostiene sobre el equilibrio de aportaciones, que vengan de donde vengan suponen la permanente consolidación del progreso. Sólo se construye desde la evidencia de que nadie tiene el monopolio de la verdad.

Enjuiciar debe ser siempre el resultado de un cierto desapasionamiento visceral y de un apasionamiento intelectual. Justo lo contrario de lo que es la descalificación. La crítica, por tanto, debe construirse desde la reflexión libre, analizando las actuaciones y propuestas exclusivamente en función de su incidencia positiva o negativa  sobre las personas y sobre la sociedad.

José Ramón Arrizabalaga es ex-profesor de filosofía

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0 Comentarios

  1. eup

    zumarraga,relee el artículo, a ver si se te queda algo. Por cierto, los insultos no creo que tengan nada de “cariñosos”

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  2. Zumarraga

    Si es verdad, ya me acuerdo yo cuando tenía un profesor de Filosofía que le pusieron el apodo de “Sinca”, un insulto que cariñosamente se acercaba a una descrpción simplista de sus actuaciones en las horas lectivas.

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  3. m.urizar

    Sí, el sectarismo es el problema de todas las relaciones, sean políticas o personales. Pero los que defienden de este modo sus argumentos, sólo convencen a los ya convencidos (o sea, a los de su misma facción), por lo que, en definitiva, no convencen a nadie. La gente no es tonta y rechaza todo aquello que no esté argumentado y debidamente justificado. Parece mentira que los políticos no hayan comprendido todavía esto. Si lo hubieran hecho, no se sorprenderían cuando después de las elecciones se les \\\\\\\\\\\\\\\’expulsa\\\\\\\\\\\\\\\’ del poder en las instituciones.

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  4. julepe

    estoy completamente de acuerdo. Los insultos y descalificaciones personales evidencian básicamente un déficit extraordinario de argumentos. Gracias por tus interesantes aportaciones, Arri, tus aportaciones casi siempre me hacen reflexionar

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