La tarde llena la plaza del pueblo de
policromía humana: colores de
niños cabrilleando sobre toboganes y
columpios, mamás subsaharianas
vigilantes en el borde del pequeño
parque infantil, o a la puerta de las
prácticas de euskera en la Kultur
Etxea, colores de velos árabes de
madres magrebíes del rojo al negro en
todos los matices, peinados a lo “afro”, cofias
y dijes caprichosos sobre peinados inusuales en
el mundo occidental, y toda una
sinfonía de pieles luminosamente
blancas o morenas de alta o baja intensidad,
de chocolate espeso, de chocolate claro, o bien
de negro supernegro diamante negro. Y toda la
alegría del encuentro, de verlos a ellos
y ellas, los protagonistas de la fiesta jugar
como una bandada bullanguera de pajarillos
todos hermanos…
En la ludoteka acristalada, vigilan a sus
niños desde fuera papás y
mamás, y se les ve a ellos en plena
faena adentro con sus juguetes, y bien
coloreando figuras con una caja de pinturas
sobre la mesa, todo a ras de suelo, sobre
alfombras también multicolores,
dialogando de igual a igual con monitoras y
monitores que más que guiarles se
vuelven niños y les acompañan
en los juegos y carreras, sentados en el suelo.
Es la Euskadi multicolor que nos viene
desde el futuro, que ya está
aquí… Es la réplica
esperanzada, festiva y enamorada locamente
de la vida de nuestra sociedad abierta y
fraternal que pone el contrapunto a las escenas
de terror, explosiones y kalasnikoff que se han
visto en días pasados en París,
o en Beirut, o en Estambul, a través de
la televisión. Un mundo en paz y buena
armonía que ha derribado fronteras y
hecho trizas prejuicios y distancias,
resquemores y complejos estúpidos y
trasnochados.
Es la apuesta por la vida que viene,
traviesa y laica, por encima de prejuicios
falsamente religiosos, escondida en un
condón que se ofrece a los
jóvenes ya menos jóvenes y se
enseña alevosamente a los “carrozas”,
que ya querrían tener ocasión y
acompañante/a con quien utilizarlos…
Porque sobre las figuras menudas de los
niños se mueven, pasando y repasando,
o bien sentados en los bancos de la plaza al
sol o a la sombra de los tilos casi centenarios,
aitites y amamas autóctonos,
treintañeros o cuarentañeros que
descansan o no tienen trabajo, y en una mayor
proporción los nativos
euskaldunzaharrak, aunque con algún
árabe o africano entreverado, alguna
visera extremeña o manchega, la
misma policromía sobre cabelleras a
punto de nieve. A lo mejor salen del
Ambulatorio, a lo mejor conversan, a lo mejor
se toman el pelo, como aquel que ve a su
amigo entre una viuda y una señora
mayor, pero todavía de buen ver, y le
suelta a la cara: “Te las llevas de calle,
colega”.
Y es que el pasado 1 de diciembre se
celebró el Día Mundial contra el
Sida. Algún grupo político en
precampaña electoral repartió
octavillas con condones para combatir el sida,
con la consiguiente sorpresa y sorna y sonrisa
de los que las reciben dando las gracias.
Si se puede!!!!
Si se puede!!!!