La violencia machista y los medios

Ha vuelto a suceder. Otra mujer ha muerto este pasado fin de semana en Euskadi víctima de la violencia machista, mientras dos más eran asesinadas en Zaragoza y Barcelona sólo por su condición de mujeres. Si la semana pasada me refería a la falta de concienciación suficiente sobre esta epidemia y la responsabilidad de las instituciones (incluida la educativa) en la búsqueda de soluciones al letargo social, esta vez haré hincapié en la responsabilidad de los medios de comunicación.

Una vez más, he visto aludir en diarios de derechas a la nacionalidad de los agresores (los tres eran extranjeros) y a la supuesta dependencia del alcohol de uno de ellos, como queriendo sugerir que se trata de un problema de integración y de falta de equilibrio psíquico. De machismo, nada de nada. El calificativo no aparece por ningún lado, mientras su magnitud e importancia se encubre bajo el eufemismo de “género”, término que sería más aconsejable que volviera a utilizarse en su acepción popular de “mercancía”.

Lo curioso es que, después de remarcar el carácter foráneo del agresor en lugares bien visibles (para que a nadie que renuncie a leer el texto entero se le escape el detalle), la “letra pequeña” dice que casi todas las fallecidas lo son a manos de “nacionales”. ¿A qué subrayar, pues, la procedencia del agresor?

Luego, como parece que “toca”, para no quedar fuera de la órbita informativa del momento, van y rubrican la faena con un editorial de puro compromiso, en el que no dicen nada. Es normal. Simplemente, no tienen nada que decir. Carecen de discurso, estrategia o soluciones a este grave problema social y a cualquier otro que suponga cualquier mínimo cambio en el actual “statu quo” del que son uno de sus más sólidos pilares y eficaces propagandistas.

En su momento, se debatió ampliamente acerca del tratamiento que los medios debían dar a las agresiones y asesinatos de mujeres. Se elaboró un ‘Libro Blanco’ que aconsejaba situar cada caso dentro del marco general de la violencia machista, dejando de tratar estos episodios como simples sucesos. También se aconsejaba hacer más hincapié en el agresor que en la víctima y ofrecer un teléfono de asistencia a las mujeres que pudieran estar padeciendo malos tratos.

Las principales televisiones han asumido con bastante dignidad el cambio de estilo propuesto. Pero ¿alguien ha visto plasmado alguno de esos compromisos en los periódicos a que me refiero? Su esfuerzo va totalmente en la dirección opuesta: luchar a toda costa por mantener los anuncios de prostitución, que les ofrecen sustanciosos beneficios y que parece que, afortunadamente, tienen los días contados. Las mujeres, reducidas a objeto de consumo. Así deben entender el periodismo “de género”.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia